viernes, 17 de abril de 2015

A propósito de que "siento que siento…"

Siento que me es más sencillo escribir cuando alguien me pregunta algo, así hago como que estoy respondiendo y por lo tanto, solo voy ahí, poniendo lo que me cruza la cabeza… Hace algunos días escribí sobre ese fenómeno llamado paternidad… Y como me ha hecho “sentir”… Pues bien, no sé, solo siento que siento más.

Voy a dar varios ejemplos…

Siento compasión, a falta de mejor palabra, por todos aquellos que queriendo ser padres no lo son. Mi paternidad es accidental, no buscada, no deseada, y no deseada no en el sentido de que me arrepiento, porque para nada, me siento feliz de tener a Jimena, pero nunca me vi siendo padre. No era algo que proactivamente buscaba, ni que sentía que me hacía falta. No era algo que necesitaba ni que sintiera que fuera para mí.  Siento compasión por todas esas parejas que quieren tener hijos y que no pueden. Y de nuevo, no sé si compasión es la mejor palabra. Al rato podría usar “simpatía”, pues en efecto hay una inclinación afectiva hacia ellas, solo que es espontánea de mi lado y no necesariamente espero que sea mutua. Siento simpatía por esas personas que se someten a largos y dolorosos procesos físicos, mentales y además, económicos para poder tener hijos.

Siento simpatía por aquellas personas que están solas y sin pareja, y no pueden tener un hijo que los acompañe de manera espontánea.

Siento simpatía por todas aquellas parejas formadas por dos hombres o por dos mujeres y que quiere un hijo. ¿Por qué putas les tiene que costar tanto tener un hijo? Al final de cuentas, lo que importa es que sean amados, ¿no?

Siento lástima por todas esas personas que pudiendo disfrutar del fenómeno de la paternidad prefieren pasar el tiempo con sus amigotes. Y sí. Lástima es lo que me dan.

Siento dolor por todos aquellos que han disfrutado momentáneamente la paternidad. Algunos con hijos que nacen muertos (o como diría Tiffer en Derecho Penal, “obituan”, pues no se puede “nacer muerto”, es un sinsentido) y otros que los han perdido a corto, mediano o largo plazo. Yo conozco muchos dolores, pero no me quiero imaginar el dolor de perder a mi Jime.

Siento odio por aquellos que abusan de criaturas tan indefensas. Siento repulsión por aquellos que no solo los lastiman física y verbalmente, pero que también abusan de ellos sexualmente. No se ha inventado castigo sobre la tierra para someter a un energúmeno de esos a algo que ya no es justicia ni es venganza, es algo más, pero no es bueno. Y no debería de ser bueno.

Siento admiración por aquellos que proactivamente buscan la oportunidad de criar niños ajenos. ¡Qué increíble debe de ser velar por un ser humano que no sea suyo y quererlo como a un hijo!

Siento respeto, mucho, por todos aquellos que han experimentado la paternidad múltiple. Amo a Jime. Pero ya con una me basta y me sobra. Mis respetos a todos aquellos que tienen dos, tres, cuatro o muchos hijos más. ¡Qué energía!

Siento dicha, mucha, de poder ser papá. Me siento afortunado de poder tener una hija y de poder quererla, amarla y procurarle todo lo que yo sienta que es bueno para ella.

A esos sentires les agrego otros que pueden ser de otro tipo…

Siento admiración por todas esas madres solteras que han salido adelante con sus hijos.

Siento el doble de admiración por todos aquellos padres solteros que han salido adelante con sus hijos. Definitivamente las consideraciones que se tienen con los padres son diferentes que las que se tienen con las madres. Bien por aquellos que decidieron ser los responsables y dejarse los carajillos a cargo.

Siento admiración por todas esas que han decidido NO ser madres. Creo que es muy maduro tomar esa decisión.

Siento respeto por aquellas que han decidido acabar con un embarazo no deseado. Soy fiel creyente de la famosa elección. Yo dudo que optaría por ese camino, pero creo que no soy nadie para obligar a otra persona a hacerse cargo de un ser un humano. Creo que la prohibición se maneja como una especie de castigo… En donde es muy sencillo decir “que lo tenga y lo dé en adopción”… Pero y… ¿Quién la acompaña los nueves meses? ¿Quién la ayuda en esas noches difíciles? ¿Quién le va a prestar ayuda económica para que le haga frente a las obligaciones médicas? ¿Quién va a estar con ella si le da ese famoso trauma post parto? ¿Quién le va a dar las atenciones cuando las necesite? Yo sé que este respeto puede ser contradictorio con los otros respetos que he mencionado antes… Pero primero, es imposible “tener sentido” siempre. Segundo, yo no lo veo taaaaan contradictorio.

Siento un amor increíble por Jime. No se los puedo explicar. Siento un rechazo gigante a la frase “es que solo un padre lo comprende” o “cuando usted tenga hijos lo va a entender”… Pero tengo que aceptar que por más que las rechace y por más que evite usarlas, son las frases más acertadas para describir ese sentimiento, que irónicamente, no lo describen del todo.


Siento ganas de abrazar a Jime. Siento ganas de verla todo el día. Siento ganas de alzarla, de jugar con ella, de meterla a la piscina, de ayudarla a sentarse, a gatear, a caminar, a correr, a andar en bici, a conducir… Siento ganas de leerle, de cantarle, de dormirla… Siento ganas de escribir lo que siento, pero siento ganas de llorar si continúo. Eso es lo que siento. Y más.

miércoles, 15 de abril de 2015

Esto del mundo de la paternidad…

Y bueno, hace algunos días me preguntaron que qué se sentía ser padre. Esa es una respuesta muy compleja. Hoy justo hace un mes soy papá. Pueden decir que lo era antes, pues Jimena no es producto de la generación espontánea, antes bien, hubo un período largo y complejo de casi cuarenta semanas en las que se fue gestando dentro de Pri.


Yo a Pri la conocí un 15 de marzo del 2014. Cuando la conocí había dos cosas que tenía pendientes… La primera era mi tatuaje, me iba a tatuar. La segunda, la vasectomía. De la primera hablé con ella. Ese es un tema “pospuesto”, pues sigo con muchas ganas de hacerlo. La segunda, evidentemente, no la iba a hablar con ella… ¿Cómo me iba a hacer la vasectomía si eso iba  implicar estar “fuera de las canchas” por algunos días?… ¿Qué le iba a decir? Ey, mirá, no te puedo ver porque tuve una pequeña intervención en el pilín. No no no.


Bueno, el proceso fue sumario, nos conocimos, jalamos, tuve mi accidente en moto (justo mañana 16 de abril cumpliré un año de haber “vuelto a la vida”), le propuse matrimonio, nos fuimos a vivir juntos, y en cuestión de días, nos dimos cuenta de que estaba embarazada.
Jimena, como muchos otros, es producto del Mundial. Sí, lo sé, a mí no me gusta el fútbol, pero ese día anoté como los grandes.
Cuando me dí cuenta que iba a ser padre, no lo podía creer. Lloré. Me alegré. Mucho.  Desde el día uno estuve muy feliz. ¿Por qué tan feliz? Pues porque quería hacer a Priscilla feliz, y yo sabía que la maternidad para ella era importante, y pues bien, con eso  saldaba una deuda interna de hacer todo lo posible por hacerla feliz.


Llegó el embarazo, y ese es un tema muy ingrato. Toda la atención gira en torno al producto de la concepción y en torno a la “portadora”. Uno es como el donante, ese que aportó el espermatozoide y ya. Dichosamente Pri siempre me dio mi lugar de “padre” y eso no pasó a más. Pero sí me pone a pensar en lo mucho que ha cambiado la sociedad y en lo poco que piensa o en lo mal que piensa cuando se va a extremos. Se pasó de un esquema en el que el hombre hacía lo que le daba la gana a tener muchas responsabilidades. Muchas mujeres le resienten a la historia cosas que ellas no han sufrido, si bien es cierto muchas sí lo han padecido, algunas otras no. Entonces vienen muchas cosas relacionadas a una especie de deuda histórica que algunas tergiversan para sacar provecho. De nuevo, dichosamente mi esposa es una mujer centrada y justa. Es una que pide chineos, pero que los da. Es una que pide atenciones, pero que las da.


¿Por qué les cuento eso? Pues creo sinceramente que bajo otras circunstancias el embarazo puede ser un evento traumático. Si uno no quiere a la persona con quien va a tener un hijo, es mejor ni hacerlo, pues es todo un reto y sobretodo es un reto desconocido. Un reto en el que nadie tiene la respuesta correcta. Un reto en el que nadie te puede dar una receta mágica para que las cosas funcionen de maravilla.


Pero bueno. Pasan las semanas. Jime responde a mi voz desde el vientre. Yo veo como Pri cambia día con día y con ilusión espero que llegue ese 15 de marzo. Fecha en la que se supone nacerá mi hija. A todo esto, como a medio camino, uno se da cuenta que es lo que viene… Si es un niño o una niña. Es una niña. No sé por qué, pero cuando me doy cuenta que es una Jimena, lloro. Lloro mucho. Lloro tres días con sus noches. No quepo de la felicidad. Les digo a TODOS que voy a ser padre de una niña. Al guarda del parqueo, a la conserje del trabajo, a la cajera del súper, al señor que me hizo la mudanza, a mi mecánico lo llamo y le cuento. En fin, no hay nadie que no sepa que seré padre… Y no cualquier tipo de padre… Un padre muy orgulloso.


Pasan más semanas y llega el día del nacimiento. Domingo. Salimos temprano de casa rumbo a la clínica. Mi esposa casi que rueda, a punto de explotar. Yo no quiero ver cómo sacan a mi hija, entonces le digo que la voy a acompañar, pero que no veré cómo la sacan, le digo que me voy a quedar “de este lado de la cortina”.


Ya en la sala de operaciones veo como la cortan. Me asomo. Me asomo un poco más. Veo sangre. Dejo a Pri de lado y me acerco al lado de los doctores. “Aléjese, no puede estar tan cerca, tiene que estar detrás de la raya.” Me alejo. Veo como abren a mi esposa y como sacan a mi enana. Lloro de la emoción. La veo y no lo puedo creer. La cabrona es gigante. Mide 50 centímetros. Pri mide un metro con cincuenta. Mi hija es literalmente la tercera parte de mi esposa. Reacción inmediata: Respeto total y absoluto para las mujeres. ¡Qué bárbaras! ¡Qué resistencia! ¡Qué poder!


Salimos. La miden. La limpian. Le sacan líquido de todo lado. Ella defeca, orina. La limpian. Y por fin, luego de mucho tiempo de soñar cómo era su carita, la puedo ver bien. La puedo sostener. Me la dan. Hago las de papá canguro. La siento calientita junto a mi pecho. La abrazo. Estoy abrazando a la vida misma. Estoy como loco y solo puedo llorar. Siento como que una parte de mí, lo mejor de mí, me abandonó, y eso, eso ahí formó un maravilloso ser humano. Como me dijo mi querido don Roberto… “Rubén, cabrón, cómo me alegra que le hayás dicho sí a la vida”. ¡Ay! Sí. Le dije sí. La amo. La adoro.


Los gringos tienen muchos procesos para registrar sus beneficios laborales, hay algunos a los que ellos llaman “life changing event”… Pues no se me ocurre mejor manera de describirlo. Un hijo le cambia la vida a uno para siempre. Ver a Jime, pequeñita, indefensa, dependiendo en su totalidad de lo que Pri y yo le demos. Eso  ahí. Ese momento en el que uno se da cuenta que “esa carajada” que acaba de salir de mi esposa depende de nosotros, ufff… No lo puedo describir. Es impresionante. Ser padre no es difícil. Es cuestión de poner el pilín en algún lugar, sentir el calambrito y zaz. Quedó embarazada. Punto. Ser un buen padre es diferente. Es muy difícil. Es una decisión muy delicada. Es algo para lo que uno no está preparado. Es algo desconocido. Es algo a su vez injusto… Porque, ¿qué demonios es ser un buen padre? Si existiera una fórmula que se pueda replicar sería facilísimo, pero no. Ser padre y tratar de ser un buen padre es algo para lo que nada en esta vida lo puede preparar a uno.
Pero bien. Ser padre. ¿Qué es ser padre? Pues no sé. Yo a Jime le hablo. Le canto. Le leo. La baño. La cambio. La cambié desde el primer día. Ví como lo hizo una enfermera y desde entonces cada vez que puedo, la cambio. No seré el mejor “cambiador” de pañales, pero lo disfruto. La bañé desde el primer día que estuvimos en casa. Odié que en el hospital no me dejaran hacerlo “porque es parte del protocolo”… ¿Sabe usted qué puede hacer con ese protocolo? Imprímalo, enróllelo en forma cónica y… Bueno, ustedes saben para dónde va eso. No me gustó que no me dejaran bañarla. Lo sentí como una transgresión a mi sagrado derecho de ser un bonus pater familias… Curioso… En derecho nos hablan deo cuidado de un bonus pater familias… Yo no dimensioné tal responsabilidad hasta que no tuve a Jime en mis brazos…. Yo creo que cuando se estudia muy joven se es estúpido y no se entienden muchas cosas que con los años van cayendo por su propio peso.


Pero bueno, sigo. Llegamos a casa. Tengo una responsabilidad gigante… Por un lado mi esposa recién parida y por el otro mi hija recién nacida. Tomé dos semanas de vacaciones. Y eso me hace preguntarme… ¿por qué no hay un permiso de paternidad? ¿Por qué solo a la mujer se le da ese derecho de estar con su hijo? Creo que hay que revisar la legislación alrededor del tema… No es posible que yo no tenga derecho a pasar por lo menos un mes con mi familia. Pero bueno, estamos en el campo del ser y no del deber ser, y así es como son las cosas…
Sigo con eso de la paternidad. Es raro. Son muchas cosas. ¿La dejo llorar? ¿La alzo? ¿Le doy fórmula? ¿La despierto? ¿Cómo la despierto? A todo lo anterior, solo tengo la respuesta estándar de “no sé”. Pero es cuando entra en la foto el “experto”, ese que salva vidas de niños. Ese que mierdosillos todo el día todos los días. Más respeto para los doctores.


Pero bueno… Todavía no respondo la interrogante de ¿qué siente el nuevo papá? Mi respuesta sigue siendo la misma. No sé. Para mí es un privilegio. Es una obligación. Es un trabajo a tiempo completo. Es un sueño que nunca pensé que tendría pero que eventualmente se hizo mi realidad. No hay nada más importante para mí que tratar de ser un buen esposo y luego un buen padre. ¿Por qué un buen esposo? Pues creo que para ser un buen padre una condición es ser un buen esposo.


Les cuento que el sábado salí con mi hija, solo. Tuve que convencer a Pri de que era bueno para ella y necesario para mí. Pues yo quiero tener un día para mi hija. Quiero que ella asocie el sábado con el día de papá. Ese día me la llevé a la UCR, me la llevé a la Librería Nueva Década (que estaba cerrada por ser feriado), fuimos a comprar pan, visité a unos amigos queridos, visité a mi padre, a mi madre, la llevé al Museo de Arte Costarricense, luego nos encontramos con Pri y para cerrar la llevé a saludar a su Tía Tocks. Ese día le dí chupón, le saqué los cólicos, la cambié, le hablé todo el día. Fue un eterno monólogo. Nunca hubo respuesta. Pero fue un día que disfruté miles. ¿Por qué? Porque lo pasé con mi hija. Con lo mejor de mí.


La paternidad me ha hecho reflexionar sobre muchas cosas. Me ha dado muchas felicidades pero también me quitado muchas horas de sueño. Me ha dado satisfacciones que no conocía y me ha dado miedos que no sabía que podía tener. ¿Mi mayor miedo? No ser un buen papá.
Para terminar, ¿qué siento? Siento alegría y siento miedo. Siento amor y siento lástima. ¿Por qué lástima? Siento lástima por aquellos que no han podido disfrutar el fenómeno de la paternidad como yo he tenido la dicha de hacerlo en mi primer mes. Siento que siento muchas cosas, y no las puedo explicar todas. Siento que siento. Eso es lo que siento. Siento más. Y me encanta sentir más. Muchas gracias por leerme. Los quiero mucho a todos.