jueves, 21 de febrero de 2008

De los tipos y tipejos.

Siguiendo con la tónica de las últimas semanas, hoy me aventuro por el pedido de Pri, la del mundo de las mariposas, y honro lo prometido. En este caso en particular, ella quería que no utilizara la definición de la RAE, y con esto en mente, me propuso hablar de los "tipejos".

¿Por qué de los tipejos? Pues en su inherente naturaleza tipeja, ella me ha endosado a mí el epíteto de marras.

Pero, según la RAE, ¿qué es un tipejo? Pues bien, es una persona ridícula y despreciable.

Hablemos de los tipos también, del latín typus, y este del griego τύπος. Un tipo es un modelo, ejemplar. Puede ser un símbolo representativo de algo figurado. También se dice de aquello que es "clase, índole, naturaleza de las cosas." Entre otras cosas puede ser una pieza de la imprenta y de la máquina de escribir en que está de realce una letra u otro signo. Asimismo puede ser una persona extraña y singular. Se dice también de un individuo, hombre, y por extensión de la mujer, en sentido despectivo: Aquel tipo ni me miró. Desde el punto de vista legal, específicamente en la legislación penal o sancionatoria, es la definición por la ley de una conducta a efectos de la imposición de la pena o sanción correspondiente. Numismáticamente hablando, es la figura principal de una moneda o medalla.

Tenemos los tipos de cambio, o sea, el valor de las monedas de diferentes países. O bien, ser alguien mi, tu, su, tipo, lo que se traduce en reunir las cualidades necesarias para gustar a la persona a la que se refiere el posesivo. No es mi tipo. Soy tu tipo. ¡Tú! ¡Tú! ¡Tú!, ¿qué clase de tipo eres? ¿Porque me lo preguntas? ¡Eso no lo diré!... ¿Quién no se acuerda de Topo Gigio?

Pero bueno, ya que hablamos de tipos y tipejos, explicamos el porque del tema. Es algo recurrente que en las conversaciones que sostenemos, el doble sentido aflora en su máxima expresión. Es algo muy de amigos de la universidad. Lo que sucede en nuestro caso es que lo llevamos al siguiente nivel, y usualmente se sale de proporciones.

Pero, ¿por qué el doble sentido? He descubierto que no es algo exclusivo de aquellos que estudiamos derecho, no. Es algo que se da en cualquier gremio, y que con la picardía del ser costarricense, se disfruta bastante.

Recuerdo en mis clases de derecho cuando veíamos a una "señorita" y queríamos "hacer la puesta en posesión", o bien, cuando alguna vivía muy lejos, nos daba pereza, y "comisionábamos a la autoridad correspondiente". Así como estaba el "animus necandi" del derecho penal, teníamos el "animus bebendi", el "animus ligandi", el "animus cog...", ustedes ya ven por donde va ¿no?

Cuando estaba planeando mi viaje a Italia le decía a mis amigas, y recuerdo que específicamente se lo dije primero a Pri: Vamos a conmigo... vamos a Nápoles, y vamos a Napolear; vamos a Roma, y vamos a Romear, vamos a Venecia, y nos vamos a Veneciar, y... ¿cómo ir a Italia sin ir a Pisa? ¡Vamos a Pisa y nos vamos a...!

En clases de mecánica recuerdo de compañeros que querían "tramar" a las de "secretariado bilingüe", o bien, "destramarlas". En clases de Cisco todos le queríamos hacer "ping" a Susana (y ella lo sabía y le gustaba sentirse deseada). Gastronómicamente hablando, ¿cuántas veces no hemos ofrecido penne o linguini pensando en otra cosa? ¿Cuántas veces cuando vamos a restaurante peruano y pedimos choritos a la chalaca y en realidad lo que queremos es "nuestro" chorito en la "chalaca" de quien nos acompaña?

¿Acaso eso me hace ser un tipejo? Aparentemente sí, pero lejos de negar mi condición, la asumo con mucha honra y simpatía. ¿Acaso en estas conversaciones entre amigos no se nos permite todo este tipo de licencias? ¿No es curioso decir tonteras con algún dejo cultural?

Me recuerdo de la Botero chick, por ejemplo, una amiga digna de ser musa de don Fernando. La otra amiga de un buen amigo que era toda una Venus, pero lejos de serlo de de Milo lo era de Willendorf. ¿Será que estas comparaciones me hacen más tipejo aun?

Estoy seguro que en la intimidad de nuestros pensamientos somos capaces de hacer y de decir miles de cosas. Pocos las externamos. Pocos las ilustramos tan particularmente.

¿Seré acaso más tipejo por no soportar que en una cita le digan "quequillo" a un tiramisú? ¿O que le digan Mc Sher a M. C. Escher? ¡O peor aún, por escribirlo acá!

Como dice mi amado Sabina: "A no ser el tipejo ese del espejo que me vacila cantidad, a veces me hace un corte de manga y me dice, no hay quien te soporte chaval."

Cogito, ergo sum. Homo Sum: humani nil a me alienum puto. ¡Ay dios! ¡Esto de pensar y ser, y de ser hombre y tratar de mantenerse al tanto de las cosas humanas porque nada de ellas me es ajeno! ¿Es criticidad? ¿Será falta de tolerancia? No lo sé. Solo sé que por medio de un torcido sentido del humor las cosas son más fáciles. Son más llevaderas.

Yo sueño que estoy aquí de estas prisiones cargado, y soñé que en otro estado más lisonjero me ví. ¿Seremos los tipejos de este mundo los nuevos Segismundos? Será la estulticia ajena, o bien la propia, no lo sé. Pero el ser un tipejo, a ratos ordinario, a ratos con cierta aspiración de culto, y expresar de una manera particular su pensar hace que los días se hagan más llevaderos.

De tipejo a tipeja, ojala que lo hayás disfrutado.

viernes, 15 de febrero de 2008

De los besos.

Los besos, del latín basĭum, voz de origen celta. Un beso es la acción y efecto de besar. Besar viene del latín basiāre, y es tocar u oprimir con un movimiento de labios, a impulso del amor o del deseo o en señal de amistad o reverencia.

Según el diccionario, tenemos besos de Judas, que son aquellos besos u otras manifestaciones de afecto que encubren traición. Esta el beso de paz, que se da en muestra de cariño y amistad. Tenemos también el beso volado, que es aquél que se da a la distancia con el gesto de los labios y un ademán de la mano. Según la RAE también existe la posibilidad de comerse a besos a alguien, que consiste en besar a alguien con repetición y vehemencia.

Una vez aclarado el tema de esta semana, pido las disculpas del caso no solo por el atraso, pero también por el tema seleccionado. ¿Acaso no nos han bombardeado ya lo suficiente con esto de San Valentín? Pues no. Siempre queda espacio para algo más. Además, no lo ligaré directamente con esta fecha, antes bien, me dedicaré como siempre a deambular por los extraños pasillos de mi mente, donde las cosas no son siempre lo que parecen ser y además hay cosas que no suelen estar en los pasillos mentales de ustedes. Es un problema de imaginación, que no de ocio, pues no tengo otra manera de explicarlo.

Aquellos que me conocen, saben que tiendo a utilizar la palabra “detalle” muy a menudo. Eso es un detallazo, aquello es un detallito, esto es un buen detalle, en fin, una palabra muy usada y aplicada a diferentes áreas. De esto se iba a tratar originalmente el tema de la semana, pero ¿es que acaso los besos no son un detallazo? Este tema se lo debo a Gabo, que en una de esas conversaciones que solemos sostener me sugirió lo siguiente: …de los besos... los que importan, los que no, los ricos, los más ricos... los de vida, los de muerte... los de los abuelos... los de los amigos…

Empezaremos pues, describiendo los que nos sugiere…

De los que importan y de los que no. ¡Qué difícil que no importe un beso! Pero bien, los hay. Hay besos que damos en la mejilla a desconocidos que probablemente no volveremos a ver. Hay besos que damos para no combatir la soledad de la manera apropiada. Hay besos que damos para ocultar un disgusto, o bien, para evitar decir algo que generará uno. Hay besos que simplemente los hemos dado porque teníamos ganas de besar. No nos interesa la continuidad en el tiempo de esos besos, era el besar por besar.

Tal y como algunos no nos importan, a otros les damos mucha importancia. ¿Qué tal ese beso de la mujer que hemos tratado de conquistar y finalmente accede al contacto labial, preludio de lo que esperamos sean muchas cosas mas? Y que de los besos que sin esperar recibirlos, nos honran con su presencia. Esos besos que lo dejan a uno boquiabierto, talvez perplejo, acaso deseando otro.

¡De los ricos y de los más ricos! ¡Esos son de los que simplemente no nos queremos deshacer, o que más bien nos deshacen! Son aquellos que nos dejan esa sensación de eterna humedad al contacto. Del roce más puro pero a la vez el más mundano. Esos besos con deseo y con carácter. Esos besos que nos dejan queriendo aún más. Esos besos en que la humedad de la lengua es precedida por el aire de nuestra respiración. Esos besos que intentan apagar el deseo de aquello que les precede.

Los de la vida y los de la muerte. ¿Por qué me tienen que dar una palmada en la nalga cuando nazco y no un beso de recibimiento? Ese sería un buen beso de “vida”. Otro beso de vida es el que se da primero en una cita, desencadena en un noviazgo, desenlaza en un matrimonio y posteriormente culmina en el milagro de la paternidad. ¿No es ese un beso de vida? Generó una vida después de todo. Los hay que nos sacan de un estado catatónico para llevarnos de vuelta a la vida. Los de la muerte… esos son muy particulares… no puedo evitar recordar el famoso beso de la muerte de la mafia, pero también están esos que le damos a quienes están a punto de morir o los que recibimos de ellos.

Sucede un fenómeno muy particular, la presencia de múltiples características en un mismo beso. Y eso lo traigo a colación a raíz de los besos de la muerte. Tenemos los besos de la despedida. Ese beso que es el cierre o el adiós definitivo. Ese beso no solo es el beso de la despedida, es el beso de la muerte, al menos de una muerte temporal, si es que existe tal cosa, y a la vez es un beso que nos importa. Tenemos así, que las características de los besos no son excluyentes entre sí, antes bien, pueden ser complementarias.

De los abuelos, pero no solo de ellos, sino de las madres, o de esa familia allegada y querida que lo hace a uno sentirse bien. Bien podría hablarse del de los hijos para con sus padres, o bien, de los que me da mi bello sobrinito cuando me dice “te amo tío”. Yo en lo personal hablaría de los besos familiares, pero bien, la referencia de Gabriel me hace recordar los que me daba mi abuelo antes de morir.

Los de los amigos. Acá ya llegamos a un terreno difícil de describir. Tenemos esos besos dados y recibidos por y para amistades por motivos de “amistad” pura y simple, y tenemos aquellos que son buscando algo más. Estoy seguro que todos hemos pasado por eso. Conociendo al Gabo, asumo que cuando me lo mencionó se refería a los de amistad pura y simple, pero… ¿será acaso que en estos diez años de conocerlo nunca me he dado cuenta de que también él ha sido participe de los segundos? (No hay afán de sacar trapos sucios, pero en realidad no pude resistir el poner ese comentario y esperar la nota haciendo uso del “derecho de respuesta” líneas mas abajo).

Sigamos.

Existen besos muy famosos, como el de la bella fotografía de Doisneau, o bien el hermoso beso de Klimt. También tenemos la definición simplista de Louis Armstrong en su canción “As Time Goes By”: “A kiss is just a kiss”, ¿qué más se puede decir al respecto?

Pues Joaquinito nos responde: Tenemos el milagro de los besos robados; los besos con sal; los besos que te los dan y resucitan a un muerto; o los que te dan las chicas malas que salen más caros cuando los regalan y huelen a fracaso… Están los besos que perdí, por no saber decir: “te necesito”… En fin, el genio de Úbeda nos da esos aportes, podría buscar más, pero ya es suficiente. Basta de él.

Tenemos los besitos de Hershey, o bien “i bacci Perugina”. Un beso que no me termina de gustar es ese que llaman esquimal, actividad que, para mi gusto personal, es mal llamada beso, pero que no atiende a lo que buscamos describir acá.

Podríamos hablar de los estadounidenses y su “K.I.S.S. technique”, que viene a ser el “Keep It Simple Stupid”, pero bueno, solo ellos desvirtúan y minimalizan algo tan lindo, significativo e importante como un beso en algo como lo recién mencionado.

Luego de eso tenemos esos que besan el suelo, no solo cuando se llega a algún lugar, sino que se deja decir que besa el suelo por donde fulano o sutano camina. Esas son personas que no tienen mejores cosas que besar, o más bien, que quieren besar algo peor por falta de amor propio. Esos son los besa culos.

Podríamos hablar de los besos en la mano, de los besos en el cuello, o bien de los besos al aire, pero en realidad ya todos estamos familiarizados con ellos.

Hablemos pues, de unos besos que a mí me llaman la atención y que son producto de la televisión:
El beso sin gracia: es el beso donde “besador y besada” solamente tocan la boca del uno y de la otra. No hay movimiento. Solamente se tocan los labios. Es el beso de las películas viejas donde “él” se limitaba a tomar fuertemente de los hombros a “ella”, como si fuera un objeto inanimado, y se la acerca para la unión labial “sin gracia”.

El beso de morsa: quien haya visto “50 first dates” y no lo haya visto esta muy mal. Es el beso de “piquito” que se da y ambos, el besador y la besada mueven la cabeza para lugares opuestos. Ese beso es además sonoro, pues quienes participan del mismo tienen que hacer el sonido del “mmmmmmmmmua” al finalizar el mismo.

Besos, besotes, besitos. Importantes o no. Insípidos y sin gracia o bien, ricos o mas ricos. Oportunos o inoportunos. Prologados o cortos. A escondidas o en público. A kiss is just a kiss… ¿no?

Solo por ser el tema de hoy, me despido de ustedes no con un abrazo, pero de un abrazo acompañado de un beso.

lunes, 4 de febrero de 2008

De las sonrisas.

Alita, una gran amiga, me dice que la sonrisa es algo que tiene que ver con ella. Pues bien, como suelo tratar de hacer, acá honro lo dicho, y entonces escribo sobre las sonrisas.

La sonrisa es la acción y efecto de sonreír. Sonreír viene del latín subridere, que es reírse un poco o levemente, y sin ruido. ¿Qué es la risa? La risa es un movimiento de la boca y otras partes del rostro, que demuestra alegría. Y, ¿la carcajada? Es una risa impetuosa y ruidosa. Sonreír, reír o carcajearse. De eso les hablo hoy.

Risueña. Una persona risueña es aquella que demuestra risa en el semblante, bien puede ser una persona que se ríe con facilidad. Puede ser finalmente un aspecto deleitable, o capaz, por alguna circunstancia, de infundir gozo o alegría.

Sonrisa. Risueña. ¡Estas palabras no me calzan! De alguna u otra forma relaciono más la palabra “risueño” con “sueño” que con “risa”. El sueño viene del latín somnus, y nos dice el diccionario que es el acto de dormir. Puede ser asimismo, el acto de representarse en la fantasía de alguien, mientras duerme, sucesos o imágenes. ¿Acaso nunca se han despertado con una gran sonrisa después de un muy buen sueño?

Risueño es diferente a risible. Risible viene del latín risibilis y significa que es capaz de reírse, o bien, que causa risa o es digno de ella. Esta palabra en particular me está dando más problemas de los anticipados, pues resulta que “irrisible” (que viene del latín irrisibilis) lejos de ser alguien incapaz de reírse, o que no causa risa o es indigno de ella; significa que algo es digno de risa y desprecio.

Tenemos no solo la risa, pero también el riso. Viene del latín risus, y es una especie de “risa apacible”. Es la primera vez que escucho (¿leo quizá?) esto de que riso es risa. Si alguien me dice que le dio un ataque de risa le digo que comparta, ¡así reiremos los dos!, pero si alguien me dijera que le dio un “ataque de riso” ¡no sé como podría reaccionar!

Tenemos memoria, tenemos amigos, tenemos los trenes, la risa, los bares… ¡Tenemos la risa! Si la risa es digna de ser incluida como uno más de los motivos para no cortarse de un tajo las venas, ¡pues por algo será!

La sonrisa. Para tener una sonrisa creo que es necesario tener un buen humor. En el inventario de características de autorrealización de Maslow, el “Sentido del Humor” fue la calificación mas alta que obtuve (si, incluso por encima de las “Creencias Democráticas”) ¿Preocupante? No.

Hay muchas sonrisas. Estaba repasando el contenido de mi blog, y es curioso la cantidad de veces que menciono la palabra. En “Una parte de mí” deseaba dejarles sonrisas; cuando hablo de mi amado abuelo, no puedo dejar de mencionar la sonrisa que me regalaba; no puedo olvidar la “sonrisa de astuto” del inútil de la Fischel; o “tu sonrisa dormida en mi recuerdo” de Buesa. Gabo en El amor en los tiempos del cólera la utiliza como una “respuesta”; yo la veo como felicidad. Hace poco también hable de “sonrisas cómplices” o bien, de ellas como un mero objeto de robo. ¿No son lindas las sonrisas?

En este momento se me dificulta escribir de la sonrisa. Pienso en la sonrisa suya cuando le responden el “buenos días”; en la sonrisa suya cuando llegó al banco y no había fila; en la sonrisa suya cuando esa persona con la que flirteaba le respondió de vuelta; en la sonrisa suya cuando le aprobaron esas vacaciones para poder escaparse; en la sonrisa suya después de obtener ese primer beso; en la sonrisa suya en ese jugueteo inocente, ¡y en la sonrisa suya cuando se da cuenta que no era tan inocente! Pienso en esa sonrisa provocada por el encontrar un libro luego de siete años de larga búsqueda (Terra Nostra de Carlos Fuentes), o bien por ese cuadro de Nela Salgado que es solamente el augurio de lo que resultó ser un muy buen día. Pienso en la sonrisa suya cuando lea estas líneas y piense: ¡Sí! Fijo no tenía mas escribir y no le quedó más que enumerar sonrisas.

Así como creo que hay diferentes tipos de hambres, insisto en que hay diferentes tipos de sonrisas. Tenemos sonrisas académicas, de esas que salen a flote cuando tenemos una muy buena nota, o bien cuando nuestro profesor no es tal, antes bien es todo un “maestro”. Tenemos las sonrisas laborales, esas que hacemos en los pasillos frente a desconocidos unidos bajo un mismo techo y un mismo gafete. Tenemos las sonrisas ligadoras, esas que forman un camanance en la mejilla y hacen juego con los ojos del deseo. Existen las sonrisas pre-coitales, que dejan ver un lado muy humano de la persona, y por supuesto las post-coitales, que han conocido ya la humanidad de su contraparte. Pueden haber sonrisas fingidas (ojala no acompañadas de un orgasmo fingido), pero de esas no quiero hablar. Existen las sonrisas bondadosas y las de cariño. También las hay de burla, o de complicidad, como he anotado con anterioridad. Sonrisas, tantas como situaciones hay.

Tipos de sonrisas, tipos de hambres, tipos de puntos, tipos de lágrimas, tipos de amores, tipos de robos, tipos de besos… ¡Tipos de tipos! Estas “tipologías” devienen de un incontrolable afán “inventariador”. Un afán que me hace sonreír. Un afán que me hace feliz.

Para terminar, les comparto una sonrisa, o bien, una risa única. La sonrisa “localizadora”. Es la sonrisa que un gran amigo italiano le pide a su compañera dominicana: “Ridi ridi, che non ti vedo”. ¡Ríe, ríe, que no te veo!