lunes, 28 de enero de 2008

Del robar.

Robar viene del latín vulgar “raubare”, y este del germánico “raubon”: saquear, arrebatar. El robar es pues, quitar o tomar para sí con violencia o con fuerza lo ajeno. Tomar para sí lo ajeno. Atraer con eficacia y como violentamente el afecto o ánimo. Robar el corazón, el alma. (Todo esto nos lo dice la Real Academia Española).

Alguien que roba es un “robador”. ¿Robador? No me gusta mucho. Utilicemos mejor la palabra “ladrón”. Ladrón es quien hurta o roba. La palabra “ladrón” es más interesante que “robador”. Se puede “ladronear”; los ladrones tienen “ladroneras”, de manera tal que Alí Baba & Co. no irían actualmente a una “cueva”, irían a su “ladronera” (después claro, de haber “vendido” todo en La Cueva…). Continúo: Algo relativo a los ladrones es “ladronesco” y también tenemos a los “ladronzuelos”, que son “rateros” o “granujas”.

El mismo Jesús murió con un “ladrón” a cada lado. No eran robadores, eran ladrones. También ese “insolente sol, como un ladrón entró, por la ventana” nos dice Sabina. De manera que ni hablar. Seguiremos refiriéndonos a los ladrones.

Esta semana me sucedieron un par de cosas que por separado no tienen nada de especial, nada “fuera de lo extraordinario”. Unidas en mi mundo bizarro, por acaso un afán semiótico incipiente y malogrado; o algunas veces, por una rara e inexplicable manía de tratar de unir los puntos que me preceden, desencadenan en lo que escribo y lo que ustedes en este momento leen.

Primero: Miré una película en compañía de un gran amigo. La película esta basada en un libro que aún no leo, “El conde de Montecristo”. En una escena de la película, uno de los personajes se le presenta al futuro “conde” como un “ladrón”. Así, sin más. “Soy ladrón”. No hay un dejo de arrepentimiento. No hay rastros de congoja, de pena, de vergüenza. No. Detrás de la afirmación existe un cierto orgullo. “Soy ladrón”. No hay disimulo. “Soy ladrón”.

Segundo: Experimenté miradas y sonrisas cómplices, furtivas talvez, de personas del género opuesto.

Ahora bien, ¿cómo se pueden unir ambas cosas?

Pues bien, todo se trata de robar. Robar, pROBAR, y compROBAR.

Me encanta sentirme como un ladrón. Un ladrón que roba no dinero, sino miradas, sonrisas, besos. Un ladrón que no roba para repartir a los necesitados, sino un ladrón que roba para sí mismo. Para satisfacer sus necesidades y sus deseos. Un ladrón con un dejo de culpabilidad, pero que no tendría reparo en presentarse como “un ladrón”. Ese soy yo, un renovado “ladrón”. Su seguro servidor.

No soy un Raskólnikov, ni tampoco un Casanova. Soy solamente una persona común y corriente con facilidad para robar. Para robar una sonrisa, para robar la paz y la tranquilidad, para robar un beso. Como dice Sabina:
Puedo ponerme cursi y decir
que tus labios me saben igual que los labios
que beso en mis sueños

O tal vez ese viento
que te arranca del aburrimiento
y te deja abrazada a una duda,
en mitad de la calle y desnuda.


¿El ladrón del aburrimiento y de la rutina? El ladrón de suspiros. El ladrón de fragancia, que aprovecha cualquier descuido para robar un poco de aroma y recordar en la soledad. ¿Acaso no les robo hasta su tiempo en este preciso momento?

Me llama la atención en la definición que da la RAE a la palabra “robar”. Especialmente el final: …Robar el corazón, el alma.

Esto podría calificar como la tercer cosa que me mueve a escribir estas líneas. Culpable Señor Juez, buscaba su corazón y su alma, no lo pude resistir. Pero no lo logré. No hubo “apoderamiento del bien”. ¿Es tentativa? ¿Me reducen la condena?

Vuelve Sabina:
Y si quieres también
puedo ser tu abogado y tu juez,
tu miedo y tu fe
tu noche y tu día.

¿Podré acaso ser juez y parte? ¿Ser su juez y su parte?

Regreso a “La vida es sueño” de Pedro Calderón de la Barca:
Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.

¿Será acaso que la pena que descuento es por ser un ladrón de besos, de sonrisas y por tentativa de robo de corazón? Esperemos el estado más lisonjero a ver que tal nos va.

A continuación comparto con un ustedes algo de Borges, tomado de su “Libro de sueños”

“Chuang Tzu soñó que era una mariposa y no sabía al despertar si era un hombre que había soñado ser una mariposa o una mariposa que ahora soñaba ser un hombre.”
Herbert Allen Giles, Chuang Tzu (1889)

“- Ahora está soñando. ¿Con quién sueña? ¿Lo sabes?
-Nadie lo sabe.
-Sueña contigo. Y si dejara de soñar, ¿qué sería de ti?
-No lo sé.
-Desparecerías. Eres una figura de un sueño. Si se despertara ese rey te apagarías como una vela.”
Lewis Carroll, A través del espejo (1871)

¿Seré acaso un hombre común y corriente que sueña con ser un ladrón, o bien un ladrón que sueña con no serlo? ¿Seré acaso un soñador, o bien un objeto soñado? ¿Dependo de alguien para existir, o bien, soy, solamente soy? ¿Es esto una horrible pesadilla, o bien, el sueño más hermoso?

Robar, pROBAR, y compROBAR. Robe, pruebe y compruebe. ¿Empirismo? ¿Epicureísmo? Basta. ¿Para qué racionalizar o teorizar sobre el asunto? Robemos, probemos, comprobemos. El estado de ánimo se lo agradecerá. Probar es bueno, y comprobar que se hace lo correcto es aún mejor.

Este es un día de alegría, de regocijo, de calma, de paz. Es un día que marca un antes y un después. Es un día largo, es un día vivido, es un día disfrutado.

Es un día que se lo dedico “al milagro de los besos robados, que en el diccionario de mis pecados guardaron su pétalo azul.”

lunes, 21 de enero de 2008

De la felicidad.

Cual pianista de “piano bar”, aceptando “solicitudes” de quienes me leen, hoy me aventuro en el mundo de la felicidad. Esto no constituye más que un monólogo del Rubensón al Merlos, así que de antemano le pido disculpas a los terceros que no entiendan las bromas hace un “infeliz” a un gran amigo. ¿No hubiera acaso sido más sencillo pedir algo como “De la amistad”?

Felicidad. Viene del latín felicitas, es un estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien, puede ser, asimismo, una satisfacción, un gusto. El ánimo, ¿qué es el ánimo?, tenemos distintos tipos de “animus”, sin embargo nos dice el diccionario que es el alma o espíritu en cuanto es principio de la actividad humana. El ánimo se nos puede caer, se nos puede levantar, puede ser bueno, o bien, lo puede ser malo. En fin, el ánimo varía.

Con la felicidad tenemos un buen ánimo, tenemos el ánimo arriba, por lo que los insto a que no se predispongan y juntos leamos que puede ser esto de la felicidad. La felicidad va de la mano de la alegría, que es un sentimiento grato y vivo que suele manifestarse con signos exteriores.

Schopenhauer, en un libro llamado “El arte de ser feliz”, nos da máximas de cómo ser felices, de cómo alcanzar la alegría. Sí, es poco común, como el mismo libro lo advierte, que el maestro del pesimismo nos dé este tipo de consejos. Pero bien, Schopenhauer nos cita a Aristóteles diciendo: “El prudente no aspira al placer, sino a la ausencia de dolor ¿No hay que coger rosas porque las espinas pueden pincharnos?” ¿Cuál es el motivo de esa pregunta lanzada por él? ¿Acaso la alegría que nos puede dar una rosa no compensa el efímero dolor del pinchonazo de una espina?

Continúa Schopenhauer en su regla número 36: “El medio más seguro para no volverse infeliz es no desear llegar a ser muy feliz, es decir, poner las exigencias de placer, posesiones, rango, honores etc. a un nivel muy moderado; porque precisamente la aspiración a la felicidad y a la lucha por ella atraen grandes infortunios.” ¿Significa esto que podemos medir la felicidad?

Felicidad, ánimo. El ánimo sube y baja, la felicidad es mayor o menor, ¿no nos suena este discurso un poco falocentrista? Maldito Freud. De la “falocidad” en lugar de la “felicidad”. ¿Será el falo un medio para la felicidad? ¿Será ese el motivo por el cual los estadounidenses le dicen a tan simpático personaje “Mr. Happy”? Escribiré un libro para mujeres que se llame: “¿Cómo alcanzar la felicidad? Consejos de un hombre al sexo opuesto”.

Infeliz. Infelicidad. La infelicidad es la desgracia, la suerte adversa. ¡Suerte! Ahora resulta que la felicidad y la infelicidad se afectan por la suerte, ya sea esta buena o mala. Pero ¿no somos acaso nosotros responsables de nuestra propia suerte?

Savater, en “El valor de elegir” nos cita a Rafael Sánchez Ferlosio diciendo que …la alegría tiene que presentar el certificado médico que acredite de ella “haber dado negativo” tras haber sido sometida a las correspondientes pruebas antidroga, controles antialcohólicos, y profilaxis antivenéreas, o, más precisamente, “anticoncupiscientes”, oficialmente exigidas.

En un libro de Telmo Vargas-Madrigal, titulado “Dejad escoger, un ensayo sobre teoría de decisiones”, el autor afirma lo siguiente: “Pero hemos de tener presente, en todos los casos es verdad que el fin justifica los medios, pues si no es el fin quien lo hace, entonces ¿qué los va a justificar?” Si nuestro fin es ser felices, pues hagamos todo lo necesario para serlo, ¿no?

Se preguntarán ustedes a que vienen tantas citas el día de hoy. Primero, me resulta un poco difícil hablar de la “alegría” pues el animus actual es un poco diferente al que usualmente suelo tener. Segundo, por que no veo nada de malo en así hacerlo.

Ahora sí, la felicidad. La felicidad es un sentimiento abrumador que de alguna u otra forma opaca las imperfecciones que nos rodean, o bien, hace que veamos esas imperfecciones como algo complementario, inherente acaso, a esa felicidad que tenemos. La felicidad la producen cosas simples o complejas, recurrentes o aisladas. La felicidad está en una sonrisa; en la familia; en un tulipán, o bien en quince; está en un amigo; en un buen libro; en buen whisky; en un abrazo; en un aroma; en una comida; en una experiencia bizarra; en un buen chiste; en una buena acción; en un globo; etc. La felicidad está en donde quiera que nosotros la queramos ver. La felicidad está en estas líneas, o bien, en la posibilidad de hacerlas a un lado y buscar algo que realmente nos haga felices. Nosotros determinamos nuestro propio sentimiento de felicidad. Nosotros somos capaces de generar felicidad o infelicidad, tanto en nosotros mismos como en otros. Todo se reduce a una simple elección, a una simple escogencia. ¿Queremos ser felices?

La alegría, la ¡Oda a la Alegría! ¡Quién ha logrado la gran hazaña de ser el amigo de un amigo y quien ha conquistado una dulce mujer, entremezcle su júbilo!
La alegría de disfrutar de la buena lectura, de la buena compañía, de la buena soledad, de la buena bebida y de la buena comida, de las buenas caricias, de los buenos besos, de la buena música… ¡la alegría de disfrutar la Novena Sinfonía de Beethoven, la alegría de escuchar la Oda a la Alegría!

La alegría de saber disfrutar de las cosas que se sabe que lo alegran a uno, y la alegría de no dejarse apabullar por las que uno desconoce. La alegría de saberse un explorador y la alegría de saber que hay un mundo esperándonos. La alegría que viene después de la tristeza, la tristeza de sentirse alegre, el sentirse alegre para olvidar la tristeza, las tristezas que simplemente entristecen así como las alegrías que solamente alegran, y nos alegran para no entristecernos.

Ya para finalizar, retomo nuevamente a Savater, citando a Horacio:
Sólo es feliz aquel que cada día
puede en calma decir: Hoy he vivido.
Que nuble el cielo Júpiter mañana
o lo esclarezca con el sol más vivo,
nunca podrá su mente poderosa
hacer que, lo que fue, ya no haya sido,
ni logrará que no esté ya acabado
lo que colmó el momento fugitivo.

La mera existencia no es sinónimo de vivir, vivamos, disfrutemos, seamos, hagamos. Procuremos que nuestra vida esté llena de momentos fugaces, disfrutemos esos momentos fugaces. Fugaces como las lucecitas de Séneca, que nos pueden llevar al pantano, o bien pueden ser nuestras estrellas. Procuremos alcanzar las estrellas, procuremos el ser estrellas. Seamos felices. Seamos.

lunes, 14 de enero de 2008

De la belleza.

La belleza, nos dice el diccionario de la Real Academia Española, es esa propiedad en las cosas que hace amarlas, infundiendo en nosotros un deleite espiritual. Esta propiedad existe en la naturaleza y en las obras literarias y artísticas.

También tenemos la “bellota”, que no es una mujer “hermosota”, sino un mero fruto. Asimismo tenemos el “bellote”, que no es un hombre “hermosote”, sino un clavo que tiene la cabeza parecida al cascabillo de la bellota.

Algo es bello, algo tiene belleza, pero ¿cómo juzgamos su belleza? ¿a qué llamamos belleza? “Beauty is on the eye of the beholder” dicen por ahí. ¿Cómo juzgan los no videntes? En fin, la belleza es de esos términos que siempre son polémicos, pues usualmente hay criterios encontrados. Podemos, como bien lo apunta la RAE, hablar de la belleza de la naturaleza, y en las obras literarias artísticas.

Para delimitar un poco el alcance de lo que escribo hablaremos de la belleza en la mujer. Pero no en cualquier mujer, hablaremos de tres bellas mujeres producto de tres bellas obras de la literatura. Iniciaremos con una bellaza de la literatura clásica, una de la literatura universal y otra del contemporáneo realismo mágico.

Helena, esposa de Menéalo, rey de Esparta. Su huida con Paris fue la causa de la guerra de Troya.
Paris, es ayudado por Afrodita en agradecimiento por su juicio en el concurso de belleza de las diosas. Pero, ¿de qué discutían las diosas? Tenemos que amar a estos griegos, cuyos dioses eran muchos y muy “humanos”. ¡Discutían por la belleza!

Cuando Eris, la Discordia, no fue invitada a una boda, trajo consigo a la ceremonia una manzana con una inscripción que decía “Para la más hermosa” y la lanzó en medio del festejo. Al instante tres diosas quisieron disputarse aquel verdadero premio de belleza: Hera, Atenea y Afrodita.

Helena, desde niña es víctima de su propia belleza, pues fue raptada por Teseo (para ser recuperada por Cástor y Pólux, sus hermanos gemelos). Como muchos príncipes la codiciaban, Odiseo hizo convenir a todos en que ella debía escoger libremente a su futuro esposo, y todos sus antiguos pretendientes no sólo respetarían la decisión de aquella, sino que se juntarían para defender a su esposo contra todo rival extraño.

La descripción de Helena es muy sencilla, baste decir con que se le conocía como “la mujer más bella del mundo”. ¿Quién se va a oponer a tal afirmación? Continuemos.

“Aquí dio un gran suspiro Don Quijote, y dijo: Yo no podré afirmar si la dulce mi enemiga gusta ó nó de que el mundo sepa que yo la sirvo; solo sé decir, respondiendo a lo que con tanto comedimiento se me pide, que su nombre es Dulcinea, su patria es el Toboso, un lugar de la Mancha, su calidad por lo ménos ha de ser de princesa, pues es reina y señora mía; su hermosura sobrehumana, pues en ella se vienen á hacer verdaderos todos los imposibles y quiméricos atributos de la belleza que los poetas dan á sus damas; que sus cabellos son oro, su frente campos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos, su blancura nieve, y las partes que á la vista humana encubrió la honestidad son tales, según yo pienso y entiendo, que sólo la discreta consideración puede encarcelarlas y nó compararlas” Siguiente…

“Florentino Ariza la espiaba maravillado, la perseguía sin aliento, tropezó varias veces con los canastos de la criada que respondió a sus excusas con una sonrisa, y ella le había pasado tan cerca que él alcanzó a percibir la brisa de su olor, y si entonces no lo vio fue porque no pudiera sino por la altivez de su modo de andar. Le parecía tan bella, tan seductora, tan distinta de la gente común, que no entendía por qué nadie se trastornaba como él con las castañuelas de sus tacones en los adoquines de la calle, ni se le desordenaba el corazón con el aire de los suspiros de sus volantes, ni se volvía loco de amor todo el mundo con los vientos de su trenza, el vuelo de sus manos, el oro de su risa. No había perdido un gesto suyo, ni un indicio de su carácter, pero no se atrevía a acercársele por el temor de malograr el encanto.” Y no puedo negar una cuarta…

“Pezón de fresa, lengua de caramelo, corazón de bromuro, supervedette, puta de lujo, modelo, estrella de culebrón”.

¡Mujeres! ¡Tan bellas! Llámese Helena, Dulcinea, Fermina Daza o “Barbi Superestar”, su belleza es tal que nos vuelve locos, de diferentes maneras. Las hay para todos los gustos y preferencias, pero las hay.

¿Acaso puede alguno afirmar que nunca se haya sentido como un Paris, un Don Quijote, un Florentino Ariza? ¿Acaso no somos todos Homeros, Cervantes, Gabos o Sabinas?

Retomo al RAE: … es esa propiedad en las cosas que hace amarlas… La belleza nos hace amarlas.

Amor, amor puro, no una de esas atracciones pasajeras y caprichosas, no ese deseo carnal irreprimible, no, es el más puro de los amores, es ese sentimiento de que un abrazo basta, de que una caricia derrite, de que un beso mata.

Amor puro y simple, amor en su más pura expresión, amor sentido como nunca antes, amor, amor, como del que se cree que no se va a sentir nunca, amor como del que se cree no existe, amor loco, amor incontrolable, amor que no se apaga con el paso del tiempo, antes bien, amor que inicia como una llama y se convierte en una hoguera, amor del que se cree se vive una sola vez, amor del que cree se siente una sola vez, amor que no puede ser ignorado, amor del que se siente orgullo, amor que trasciende el entendimiento y la razón.

Amor ciego, amor sordo, amor mudo, o más bien amor que ciega, que ensordece, que enmudece; que intimida, atemoriza, que pone a dudar.

Todo ese amor inspirado por el solo concepto personal de belleza. Belleza inherente a ese ser que no es normal, no es natural, que sobrepasa el entendimiento. Belleza que se convierte en una especie de origen y de fin, que se convierte en una especie de paradigma que todas solo pueden aspirar a seguir, pero que ninguna realmente podría, solo “ella”.

Belleza que se regenera, se reinventa, que se replantea día a día su propia perfección y que aturde, estremece.

En fin, la belleza, el amor, los sentimientos, ¡qué sé yo! La belleza “es”, simplemente “es”. Aquello que es bello para mí no necesariamente lo será para usted, y viceversa.

Cierro con una cita de don Jacques Sagot que aparece en La Nación (13 de enero del 2008): “Por supuesto en materia de belleza, nadie puede convencer a nadie de nada. Argumentar es estéril, pero hay algo que sí podemos y debemos hacer: dar nuestro testimonio.”

Eso es lo que las líneas anteriores son, no aspiran a nada más. Son. Son mi testimonio. ¿Será un bello testimonio? No lo sé… ¡arrojen sus manzanas!

jueves, 10 de enero de 2008

De la razón de las lágrimas.

Ayer escribí la primera parte de lo que fue una promesa a Gabo. Hoy honro la misma al dedicarme a hablar no de la materialidad de la lágrima, pero sí del motivo que se esconde detrás de la misma.

Como mera función corporal, las lágrimas son un líquido producido por el proceso corporal de la lagrimación para limpiar y lubricar el ojo. Pero nosotros como humanos, como seres pensantes, que además sufrimos y disfrutamos, le hemos dado a las lágrimas diferentes significados, las sufrimos o disfrutamos por diferentes motivos.

Dicen por ahí que las lágrimas son la sangre del alma. La materia no se crea ni se destruye, se transforma. ¿Será acaso que los sentimientos de nosotros tienen cierta materialidad, y como tal, se transforma en algunas ocasiones en una lágrima? No está mal la idea.

Algunas veces hemos llorado porque estamos extremadamente tristes o por el contrario, muy felices. Algunas por un mero dolor físico. Otras porque conducimos muy veloz y nos "lloran los ojos". Algunas veces solo nos sentimos con ganas de llorar; sin ninguna causa aparente. Lloramos, es un hecho.

¿Existen lágrimas falsas y lágrimas verdaderas? Yo creo que sí. Algunas son lágrimas "ingenuas". Esas lágrimas que ves salir de los ojos de una persona, que la persona te dice que está llorando por "x" motivo, y en realidad en el fondo uno sabe que esa persona no sabe porque está llorando. Si, hasta en el llorar se puede ser ingenuo. Me imagino que uno de los muchos estados de la negación.

El llanto del alma. Ese llanto tan doloroso, ese llanto que uno cree que no parará, y que a su vez lo hace a uno preguntarse ¿de dónde sale tanta lágrima? Ese llanto que provoca deshidratación, que provoca susto, que provoca miedo. Ese llanto por un ser querido pasado a mejor vida, por un ser querido que ya talvez no lo es, por un sufrimiento ajeno con el que nos identificamos, etc.

El llanto de la risa. Ese llanto que tenemos de tanto reírnos. Reímos y reímos, el estómago nos duele, no nos podemos sostener de pie, y lloramos, lloramos de reírnos tanto.

El llanto de la felicidad. Ese llanto que surge espontáneamente cuando nos encontramos abrumados de felicidad. Cuando nos vemos en una situación en la que nos sentimos tan pero tan dichosos que simplemente la única salida es llorar. Llorar de la felicidad, ¡qué sentimiento más hermoso!

El llanto de la admiración. Muy similar al anterior, pero no idéntico. Este lo he sentido pocas veces. Lo experimenté en la Capilla Sixtina, por ejemplo. Tanta belleza en un solo lugar. Tanta historia, tantas cosas magnificas. Llanto de la admiración, eso es. Es el llanto que experimentamos cuando la perfección se materializa en algo tangible, en un David, en una Victoria de Samotracia, en una Venus de Milo. Admiración.

El llanto post coital. El "coito" genera diferentes reacciones en uno. Una es el hambre, de la que he hablado en alguna ocasión anterior. Otra es el llanto. Es cuando se da esa conexión que trasciende la experiencia carnal y lo deja a uno sin palabras, sin aliento, sin creencia alguna más que en el cuerpo de una mujer (en mi caso). No queda más que llorar.

Llanto, lágrima, llorar. Sentir, sufrir, disfrutar, aprender. Compartir, contar, vivir, experimentar.

En "El Aleph", específicamente en "El inmortal", mi querido Borges, hacia el final dice:

(...)
En las afueras vi un caudal de agua clara; la probé, movido por la costumbre. Al repechar la margen, un árbol espinoso me laceró el dorso de la mano. El inusitado dolor me pareció muy vivo. Incrédulo, silencioso y feliz, contemplé la preciosa formación de una lenta gota de sangre. De nuevo soy mortal, me repetí, de nuevo me parezco a todos los hombres. Esa noche, dormí hasta el amanecer.
(...)

¿Acaso no podríamos pensar que sucede lo mismo con una lágrima?

Machado nos dice: "Cuando nos vimos por primera vez, no hicimos sino recordarnos. Aunque te parezca absurdo, yo he llorado cuando tuve conciencia de mi amor hacia ti, por no haberte querido toda la vida."

En el mismo texto de Borges, al inicio se lee:
"Solomon saith: There is no new thing upon the earth. So that as Plato had an imagination, that all knowledge was but remembrance; so Solomon given his sentence, that all novelty is but oblivion. " Francis Bacon, Essays, LVIII

Algunas veces olvidamos lo hermoso que es llorar. ¿Quieren llorar conmigo?

miércoles, 9 de enero de 2008

De las lágrimas.

Hace algunos días discutía con un amigo (de manera virtual) el asunto de las lágrimas. En realidad no fue una "discusión" per se, antes bien fue un rápido intercambio de impresiones. Decía mi amigo: "...quién se atreve a cuestionar la materialidad de una lágrima?"

En ese momento lo que respondí fue: "Yo no me atrevo a cuestionar la materialidad de una lágrima, pero si cuestiono usualmente el motivo detrás de la misma.". Dije lo mismo con la promesa de abordar el tema mas a fondo, y en este momento honro aquella por este medio.

Lágrima, viene del latín lacrima. Yo en lo personal me lo esperaba con una "e" al final, i.e., "lacrimae". Se ves mas latinizado ¿no? Que tal "lacrimun"? ¡O en griego... "lacrimostos"! Bueno, dejando el origen de la palabra a un lado, el diccionario nos dice que una lágrima es "cada una de las gotas que segrega la glándula lagrimal". ¡Qué manera mas singracia de minimizar lo que una lágrima es y todo lo que puede llegar a representar!

Luego de eso la materializan aun más y dicen que puede ser un objeto en forma de gota, especialmente cada uno de los adornos de cristal que penden de ciertas lámparas.

Hay lágrimas de lágrimas... veamos algunos ejemplos:
De Batavia o de Holanda: NUNCA las había escuchado, y sinceramente, puedo vivir sin ellas. De Holanda me quedo con Van Gogh y con sus hermosos tulipanes, que si bien es cierto no son originarios de ahí, ellos los lanzaron al estrellato.

Las de cocodrilo: Las que vierte alguien aparentando un dolor que no siente. Pobres cocodrilos, ¿será que ellos no pueden llorar?. De estas lágrimas he visto muchas, no me gustan, no las disfruto (sí, algunas lágrimas se disfrutan).

Las de personajes famosos: de David, de Job, de Moisés, de San Pedro... ¡las de San Pedro! Prefiero sus llaves a sus lágrimas. Me imagino con sus llaves negándole la entrada a quien quiera ingresar en ese club privado de gente formal, como diría Sabina. "Nos reservamos el derecho de admisión". ¡No heaven for you! diría el "Soup Nazi" de Seinfeld.

Alguien se puede deshacer en lágrimas, así como también deshacerse en disculpas. Asumo que si el deshacerse de la segunda forma no resultó, pues bien, siempre queda la opción uno, y llorará copiosa y amargamente (¡Llorarás! ¡Llorarás! ¡Llorarás! ¡Llorarás! diría Oscar de León, el Diablo de la Salsa jajajajajaja).

Dependiendo de lo que se sienta en algún momento dado o de lo que se sienta con respecto a alguien, se puede "llorar alguien a lágrima viva", o bien, "llorar lágrimas de sangre".

Podemos ser "paños de lágrimas" o bien, buscarlos. Después de todo en este gran valle de lágrimas, ¿quien no ha derramado una?

Tenemos las lágrimas negras de Bebo Valdés & Diego "El Cigala", o las lágrimas Sabineras: "tu risa es una lágrima equivocada", las de "plástico azul", tenemos fulanos que no tienen la "lágrima fácil" o la "lágrima en el fondo del río de los desesperados". También nos dice que "moja una lágrima antiguas fotos". Pero después de todo, "el sol es una lágrima en un ojo que no sabe llorar".

En fin, lágrimas van, y vienen; las padecemos, las sufrimos, las disfrutamos. Algunas nos definen, otras nos estorban. Lágrimas más, lágrimas menos seguimos siendo quienes somos, en esta coordenada espacio temporal "nos sabemos", y por tener conciencia de quienes somos, puede que no nos importe el llorar.

Cierro con la parte final de "La Hilandera", escrito por Andrés Eloy Blanco:
...
Y ella le quitó la venda
y la Hilandera lloraba
y se estuvieron mirando
por el cristal de las lágrimas
y el amor, entre sus ojos,
hilaba...

¡Salgamos, busquemos, hilemos y disfrutemos!