jueves, 27 de septiembre de 2007

La Honradez y el Trabajo

Hola, hoy decidí "reciclar" algo que había escrito hace unos meses, es sobre mi abuelito, a quien amo y admiro:

Un 03 de agosto de 1919 en San José nace el señor Humberto Álvarez Carranza. Hijo de un hogar humilde y que afrontaba muchas dificultades, no tuvo el gusto de conocer a su madre y desde muy joven afrontó muchas necesidades. Se inicia en las labores de la construcción y eventualmente se convierte en un “Maestro de Obras”. No puedo evitar que al momento de escribir este párrafo se me humedezcan los ojos… don Humberto, conocido por muchos solamente como “Álvarez” o bien “Papibeto”, para nosotros sus seres cercanos muere el año pasado; muere el 26 de mayo del 2006.

Papibeto, mi viejito lindo, el abuelo que cualquiera se pueda desear, un abuelo de lujo, luego de una larga vida nos deja miles de recuerdos, los que rescata un tío para estas fechas son dos: la honradez y el trabajo, yo con su permiso, me extenderé un poco más.

En un recorte que data del tiempo de su juventud dice lo siguiente: “El sábado próximo y para celebrar el nuevo año con la fundación de su hogar, recibirán la bendición religiosa que les unirá en matrimonio, los estimables jóvenes don Humberto Álvarez Carranza y la gentil señorita Victoria Navarro Monge, ceremonia nupcial que se ha de efectuar a las seis horas, en la Iglesia de Nuestra Señora de Las Mercedes. El novio, es un obrero honrado, trabajador, caballeroso…Su prometida es una señorita virtuosa, llena de candor y de dulzura, que será la magnifica compañera de quien va a ser su esposo…” Se casan un 31 de diciembre, fecha que significará durante toda mi vida la celebración del aniversario del matrimonio de mis abuelos más que el cambio de año. Durante más de sesenta años (sí, mas de sesenta años) mi abuelo acompañó a esa señorita virtuosa, llena de candor y de dulzura.

De Papibeto aprendí muchas cosas, recuerdo que pasé muchas tardes con él, fue mi abuelo, mi amigo, mi Maestro. A pesar de no haber contado con una educación formal, la lucidez de mi abuelo había sido adquirida a través de golpes, de experiencia, de vida; de una vida hostil que él supo afrontar con mucho aplomo. En clases de Filosofía del Arte, don Roberto Villalobos Ardón (otro gran Maestro) nos decía a propósito de Santo Tomás de Aquino y su Summa Teológica: “¿Puede un hombre enseñarle a otro hombre y llamarse a sí mismo maestro?”

Pues bien, como dije al inicio, mi abuelo, un sencillo Maestro de Obras, no solo era eso, era un Maestro de Vida, el nos enseñó mediante el ejemplo la honradez, siempre me decía “Uno es honrado hasta el día en que quiera serlo”. La honradez como una toma de decisión diaria, como un compromiso que se debe de afrontar día a día, como un eje rector de nuestras vidas. Con su sencillez de palabras me ponía siempre ejemplos de la vida con frases como: “Es como un buen operario…” y ahí elaboraba su lección.

Su dedicación al trabajo era notoria, la calidad de sus entregas le garantizaron innumerables oportunidades de trabajo, incluso en su retiro, la gente le pedía sus servicios. No solo honradez y trabajo nos legó, de él recuerdo su gran humor, su puntualidad; como mínimo llegaba a sus citas media hora antes, nunca tarde, nunca. De él recuerdo los paseos en carretillo cuando me llevaba de niño a comprar material, de él recuerdo los juegos de naipes en los que me dejaba ganar para verle esa sonrisa en su cara, de él recuerdo el cariño que nunca me negó, los besos que me daba, los abrazos fuertes. De él recuerdo que cuando niño lo veía como un señor fuerte y grande como un roble, ya más viejo, lo veía como noble anciano, regordete, bajito y super entretenido. De niño recuerdo tener pesadillas con que él moría, y en la madrugada llamaba a su casa para despertarlo y preguntarle si estaba vivo, ya ahora no lo puedo llamar, ya ahora solo me quedan sus vivos recuerdos.

Mi viejo nos dejó el año pasado físicamente, pero su alegría nos acompañará siempre, detrás de sí dejó a esa mujer que estuvo a su lado toda la vida, mi hermosa abuelita; con ella tuvo seis hijos, diecisiete nietos, cuatro bisnietos y miles de miles de recuerdos.

viernes, 21 de septiembre de 2007

Una parte de mí...

Hace no mucho subiendo al bus (Jajajajajajaja, sigo con mis andanzas de bus! En lugar de diario de un peatón esto es como el semanario de un usuario de bus) me di un golpe en la mano derecha. Luego de haber expresado todas las maldiciones que pude, me miré la mano. Un pedazo de piel y un poco de sangre resaltaban, pequeños ambos, y sin ningún significado aparente en el momento.

Como los machos hice lo que procedía (jajajajaja, ¿muy dramático no?) y me arranqué de un tirón el pellejito. Cuando me disponía a tirarlo en el basurero que estaba al lado mío no pude más que pensar que me disponía nada menos que a tirar una parte de mí. Una parte que no estaba destinada a ser perdida, no era un cabello, una uña, no, era mi piel.

Comienzo, por lo visto, el proceso de cavilación (De cavilar, del latín cavillāre - tan lindo el latín!). ¿Porqué desechar una parte de mí?, ¿porqué dejar una parte de mí (yo que me considero tan valioso), en un bus?

Luego comencé a pensar en todas las cosas que uno deja en el camino o en los lugares donde está. He dejado sudor, lagrimas, piel, sangre; y a pesar de haber dejado todo eso detrás, mi "todo" continúa existiendo. Yo sigo acá, me he regenerado, cuál ave fénix mi cuerpo se devuelve a lo que era antes y me permite continuar existiendo.

Ya casi a punto de llegar a mi destino, pienso en que no solamente dejo partes físicas de mí, me gustaría pensar que dejo más, un buen o mal recuerdo, una lágrima o una sonrisa, y si fuera una lagrima, ¿acaso todas son de dolor? He dejado indudablemente lágrimas de alegría, así como también me las han dejado a mí. He afectado, de alguna u otra forma la vida de mis amigos, así como ellos lo han hecho con la mía. He afectado incluso la vida de desconocidos, para bien o para mal sin siquiera saberlo. He hecho, me he desecho, me han hecho y me han desecho. En fin, es una jornada hermosa, donde interactúo con muchos, donde soy y me dejan ser, donde "me sé", sé que soy en este preciso momento y en este preciso lugar.

A ustedes en este momento les doy una parte de mí, parte de lo que pienso, parte de lo que escribo, parte de lo que soy. Les dejo eso, así como ustedes me dejan el saberme leído, me dejan la satisfacción de haberme "escuchado" y yo para finalizar les dejo la siguiente pregunta: ¿Qué más dejan ustedes?

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Sin título.

Asistí a una exposición de "Escultura moderna española con dibujo". Ver esculturas de Dalí, de Gaudí y de Miró en Costa Rica es verdaderamente refrescante. Curioso que los genios recién mencionados tengan "acento" en la última vocal (¿Será Rubén una excepción a la regla?). Pues bien, traigo esto a colación a propósito del título de este artículo (Sin título). En la exposición varias de las obras carecían de nombre. Siempre me ha llamado poderosamente la atención que después de hacer un esfuerzo para "crear" algo, un artista decida no ponerle nombre a su creación. Me parece que es como rendirse al final de la jornada, pero bien, no soy quien ni este el momento para juzgarlos a ellos.

Pues bien, mi artículo, después de haberlo pensado bien, debería de llamarse "Sin título". Me explico. A pesar de que esto que ustedes leen es texto (me refiero a que está escrito) al leerlo ustedes pueden escuchar en el interior de su cabeza como se "forman" las palabras y como "suenan" (acaban de escuchar "suenan" de manera distinta a las demás por las comillas que la acompañan - o al menos eso esperaría). No encuentro que título poner porque quiero hablar de sordo mudos y sus palabras. Y como no me "suenan", no se me ocurre más que negar esa convención social que me fuerza a titular mis cosas. No sé si me expliqué bien, pero honestamente me faltan las palabras (o las señas) para decir lo que quiero.

Siguiendo con mis hermosos viajes en transporte público modalidad bus, la otra vez me sucedió algo que tenía bastante tiempo de no sucederme. Coincidí con un par de sordomudas en el bus. Ambas iban enfrascadas en una conversación que a juzgar por sus gesticulaciones era muy amena. No solo amena, sino particular, la realizaban con sus manos.

Nunca he conocido a un sordomudo, pero me puse a hacer preguntas tontas en mi fuero interno: ¿Cómo gritan? ¿Qué pasa si se quiebran una mano, hablan a medias? Si llegan a utilizar una silla de ruedas, ¿es justo que no puedan caminar (rodar) y hablar al mismo tiempo? Ya conversando al día siguiente con un compañero de trabajo salen más, como por ejemplo: en un funeral, ¿qué hacen para demostrar el minuto de silencio?

En una ocasión fui a una obra de teatro de sordomudos, y al finalizar no se aplaudía, o al menos no se hacía como usualmente se hace (con palmas), antes bien, se levantaban ambas manos y se movían independientemente; lo que me hace preguntarme, ¿porqué no usan la convención social que ya está preestablecida para circunstancias como estas? ¿Porqué diferenciar entre algo universalmente aceptado y algo para una minoría? Si bien es cierto, al aplaudir de manera convencional ellos no escuchan el sonido que se genera, pero visualmente sí perciben las palmas. No sé, no comprendo muy bien esto de los aplausos.

Continuando con las cosas que no comprendo: El Lesco como "lenguaje" de señas Primero no comprendo lo de "lenguaje", "lenguaje" evoca la lengua y su uso, pero bien, no solamente es "conjunto de sonidos articulados con que el hombre manifiesta lo que piensa o siente" sino que también es una "manera de expresarse". ¿Y las señas? Al ser señas, ¿no sería más sencillo estandarizar el comunicarse y darle "univocidad" e "intersubjetividad" a las señas? ¡Pues no! Las señas varían de lugar en lugar, de manera tal que un sordomudo alemán no necesariamente le va a entender a un sordomudo costarricense. Al parecer se les advirtió, ¡pero no escucharon razones! Esto sí que no lo comprendo, hay idiomas que son muy "guturales" y otros más nasales por ejemplo, pero ¿cómo hacer esta distinción con señas? En fin, no he investigado al respecto y lo que sé lo sé por esas cosas azarosas del destino.

Si alguien me puede dar razones, bienvenido sea. Soy todo oídos (si dijera que soy todo manos se podría prestar para mal entendidos)

viernes, 7 de septiembre de 2007

Cien metros tarde!

Me pasó algo muy curioso camino al trabajo, no sé si ustedes se darán cuenta de esas cosas o no, pero por lo menos yo, siempre estoy atento a esos pequeños detalles.

Ya sea que vaya en mi carro, en bus, en bicicleta o caminando, le pongo atención a la gente que me rodea, es así como he llegado a identificar personas totalmente desconocidas con las cuales comparto horario, me explico: Si salgo en carro de mi casa faltando quince minutos para las seis de la mañana ya se que el señor de la esquina está sacando su perro a caminar, y que el señor que vende tiempos ilegales a los quinientos metros también sale con sus perros. Si salgo a tomar el autobus a la misma hora, me encuentro a la misma señora con el pan fresquito camino a su casa, veo al mismo muchacho corriendo camino a la parada e incluso veo casi siempre dos o tres carros de desconocidos que pasan a la misma hora.

Ya en San José centro mientras camino, veo al muchacho de apariencia desagradable caminando de prisa; veo al ciego que guía al que aparenta tener una especie de retardo; veo a la muchacha que jura que tiene un gran cuerpo y nos arruina la mañana con su espantosa minifalda; veo a la "virgen de pueblo" con su pelo largo y sus zapatos abiertos mostrando sus desagradables dedos cubiertos por una media; escucho las campanas de la Catedral sonar justamente cuando estoy en frente de la escultura de Jiménez Deredia... las campanadas!

Hoy, saliendo 5 minutos tarde me dí cuenta que mi atraso no era temporal, era físico, iba caminando y escuché las campanas cien metros antes de lo acostumbrado, y como en un sueño, iban desfilando ante mis ojos todos los personajes que mencioné arriba, me los encontré cien metros antes, a cada uno de ellos, incluso al que siempre anda con traje entero negro y un libro en inglés (paperback edition - como odio esta presentación tan "desechable" de una obra!!!)
No puedo afirmar que nunca me hubiera pasado, pero de alguna manera las campanadas me hicieron darme cuenta de una manera diferente mi atraso físico, era como si se me hubiera corrido todo literalmente cien metros. Atrasos físicos y no temporales... profesor, me encontraba a quinientos metros de aca, perdón, pero la fila de carros era enorme! O bien podría ser: Jefe, estaba a 25 metros, se lo juro! Pero la aguja del parqueo no se levantaba y por eso llegue tarde! Distancias en lugar de tiempo, me pongo a pensar, distancias.

Si vamos temporalmente tarde y nos apresuramos, no vemos el tiempo pasar, pero si vamos físicamente tarde, y nos apresuramos, pues bien, vemos todo pasar más rapido, edificios, carros, personas, etc. Evidentemente el atraso temporal y su consecuente prisa (si queremos estar temporalmente según lo previsto inicialmente) implica el ver las cosas pasar más rapido, pero cuando se tiene conciencia de lo físico y no solamente de lo temporal las cosas se ven de una manera distinta.

Ahora bien, yo iba cien metros tarde y a ellos me los encontré cien metros antes de los usuales, pero y para ellos? Para ellos yo iba cien metros tarde y me encontraron cien metros después de lo usual. En fin, nos vemos en cien metros.