lunes, 5 de mayo de 2008

De las burbujas.

La burbuja es una voz onomatopéyica nos dice el diccionario. Es un glóbulo de aire u otro gas que se forma en el interior de algún líquido y sale a la superficie. Puede ser, asimismo, un habitáculo hermético y aislado del exterior, pudiendo decirse en sentido figurado algo como “Los poderosos viven en una burbuja de impunidad”. También puede utilizarse para indicar que la persona o personas designadas por el sustantivo al que se pospone están sometidas a terapia con aislamiento absoluto, de ahí vienen los “niños burbuja”.

La comunicación, por otro lado, es entendida como la acción y efecto de comunicar o comunicarse. Es la transmisión de señales mediante un código común al emisor y al receptor. ¿Qué es comunicar? Pues comunicar es hacer a otro partícipe de lo que uno tiene. Y si decido transmitir mi código por medio de besos, abrazos o miradas, ¿acaso ese código común clasifica como comunicación? Eso lo dejaremos para otro día.

Sigue el diccionario diciendo sobre el comunicar: Descubrir, manifestar o hacer saber a alguien algo. Conversar, tratar con alguien de palabra o por escrito. Transmitir señales mediante un código común al emisor y al receptor, etc.

¿Qué tienen que ver las burbujas y la comunicación? La última vez que escribí, mencioné muy brevemente a un tal don Enrique. Eso es lo que tienen las burbujas y la comunicación en común. Don Enrique es un señor mexicano que vive en Costa Rica desde hace algunos años. He hablado poco con él (lastimosamente menos de lo que quisiera) y es muy ameno. Don Enrique superó ya el umbral de los sesenta años, y por esas cosas de la vida, trabajamos juntos. No sólo ha leído mucho, ha viajado mucho también, por lo que su visión de mundo es muy particular y muy diferente al de muchas personas. Tengo poco de conocerlo, sin embargo lo considero un gran amigo. Un amigo que me ha enseñado en que parte de la Biblia se encuentra la referencia de una de mis citas favoritas de Borges, un amigo con el que he compartido a mí “Hilandera” y entiende lo que siento por ella. Un amigo que como cualquier otro de mis buenos amigos sabe que me encanta Victoria de Samotracia o bien la Venus de Milo. Un amigo que me regaló a un Benedetti al que escucho camino al trabajo y que sabe lo mucho que disfruté el Día de Libro.

Conversar con él es una experiencia muy particular. Me sorprende cada vez que cruzamos palabras, pues no solo es muy “articulado”, es muy certero también… cosas que se aprenden solamente en la escuela de la vida.

El viernes pasado tuve la dicha de compartir con él camino al trabajo. Comenzamos a hablar de temas varios y me preguntó que había despertado en mí el escribir un blog. Pues bien, resumidamente le conté que mi amigo Gabriel me había comentado lo terapéutico que resulta sentarse y escribir, por lo que, ni lerdo ni perezoso, decidí intentarlo; descubriendo así que Gabo estaba en lo correcto. Sí es una muy buena terapia, es una especie de catarsis personal llevada a cabo cuando uno a bien lo tenga.

Me desvío un poco y hablo de la catarsis. La catarsis, nos dice el diccionario, era entre los antiguos griegos, una purificación ritual de personas o cosas afectadas de alguna impureza; puede ser, a su vez, una purificación, una liberación o transformación interior suscitados por una experiencia vital profunda o bien, una eliminación de recuerdos que perturban la conciencia o el equilibrio nervioso. Eso, amigos, se siente cada vez que se escribe, o bien, eso siento yo. Por un momento hago un paréntesis y no veo lo que me rodea, no pienso en ninguna otra cosa que en escribir, no me preocupo si a los demás (ustedes) les gustará lo que escribo, no me importa lo que potencialmente puedan pensar los demás… solamente escribo. Solamente me dejo llevar por lo que creo que debo de contarles. Eso es una excelente terapia. Por eso no creo en los psicólogos (pero sí en la psicología)… alguien que necesita que otra persona lo escuche y le tiene que pagar por hora es, sin duda alguna, alguien que carece de amigos, de buenos amigos. Pero bueno, me estoy desviando un poco de lo que originalmente les quería contar.

Luego de contarle como había iniciado con estas sesiones de “lectura ligera”, tal y como me gusta decirle a las cosas que escribo; no pude más que preguntarle: “Y usted don Enrique… ¿nunca ha escrito?”. Sonrió y me dijo que no, bueno se corrige, si he escrito algo, pero solo cuando la comunicación entre mi esposa y yo no ha sido la mejor, entonces escribo, escribo lo que siento en ese momento… ¿Y ella sabe que usted escribe de esas cosas?... No siempre, algunas veces se lo he mostrado, cuando lo amerita; otras no, otras lo he guardado en una gaveta por unos tres meses y luego lo tiro a la basura, ya ha cumplido su propósito, necesitaba escribirlo solamente para eso.

Sabio este don Enrique. No conozco a su esposa, pero cada vez que la menciona le brillan los ojos. Le cambia la cara. Se le transforma el tono de voz. Me cuenta a veces como la llega a ayudar después del trabajo, como la conoció, como pasaron un fin de semana en la montaña “solamente con la música de los pajaritos”, etc.

Continúa don Enrique… Rubén, la falta de comunicación es como una burbuja, si uno se guarda las cosas la burbuja solamente crece, se hace grande y la gente se distancia, yo siempre he creído que hablar es muy importante, que es necesario. Esa burbuja que se forma se tiene que reventar, y ¿sabe usted como se revienta la burbuja? – Dígame don Enrique – Se revienta con una aguja de humildad… hay que ser humilde y hablar, decir lo que uno piensa, lo que siente…

Yo, el chico de la burbuja, el que se guardaba todo y explotó hace años, el que decidió abandonar las burbujas para siempre, porque las burbujas aíslan y eso no siempre es bueno (nótese el que NO siempre es bueno, la soledad tampoco es mala, a veces es necesaria) no sabía que decir. Mi vida reducida a burbuja. Algunos de mis ideales reducidos a burbuja. El tema alrededor del cual gira mi próximo trabajo final de graduación reducido a burbuja. ¡Una burbuja! Continúo mi día y sigo pensando en esa burbuja, me desespera el no poder aislarme y escribir, el no poder contarle a los demás lo que lúcidamente don Enrique me dice, la comunicación, la burbuja y la humildad. Una vez más me siento una persona afortunada. El poder escuchar a personas inteligentes, a personas que comparten con los más jóvenes sus experiencias vividas, a los que en un acto de desprendimiento total le regalan a uno lecciones de vida… lecciones en un autobús, lecciones camino al trabajo, lecciones que vienen y van y que le ayudan a uno en ese ir y venir.

Y hablo ahora rápidamente de la humildad… la humildad de acuerdo a la Real Academia Española es una virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y obrar de acuerdo con este conocimiento. Esto de la humildad es un poco delicado. Cual aguja que revienta burbujas, la humildad de reconocer la necesidad de comunicarse puede llevar a veces a humillar. Tan solo unas cuantas líneas más debajo de la palabra “humildad” se encuentra la palabra “humillar”. El humillar consiste en abatir el orgullo y altivez de alguien, en herir el amor propio o la dignidad de alguien. ¿Cómo tratando de ser humilde se puede llegar a la humillación? Pues es muy sencillo, en esto de la comunicación, cuando yo creo estar diciendo algo, es muy probable que la otra persona crea que estoy diciendo algo diferente. Los seres humanos, a diferencia de las máquinas, no tenemos protocolos de comunicación estandarizados donde todo lo que digamos signifique siempre aquello que queramos que signifique. Dependiendo del estado de ánimo, de la situación, de la persona, de la edad, del sexo, de la ubicación geográfica, nuestras agujas puede que no sean siempre efectivas.

¿Por qué seleccionar una palabra tan “grave” como la humillación? Simple, la humillación puede ser tanto nuestra como para quien nos escucha. Muchas veces las cosas “suenan” muy diferente cuando las decimos en voz alta que cuando las pensamos en nuestro fuero interno. Es de cuidado esto del comunicarse. Es tan delicado que puede llevar a estallar burbujas que mejor no hubiéramos estallado. A veces el reguero es más grande después de la explosión.

Como verán, en este día en particular he tendido a brincar de una idea otra. Es muy complejo el tratar de explicar por escrito lo que pienso, pues me falta mucho la ayuda visual y los gestos que usualmente hubieran acompañado lo que de momento les he dicho.

Continúo.

Ya cerrando mi día, dichosamente tengo la oportunidad de asistir nuevamente como oyente a escuchar al Maestro Roberto Villalobos. Por esas cosas de la casualidad también aborda el tema de la comunicación. Después de clases conversamos un poco y seguimos con el tema. La comunicación. Esta vez no hay burbujas, esta vez no comparto con él lo que me dice don Enrique horas antes. Hoy solamente aguardo y espero que en algún momento me lea y se dé cuenta como sí es posible que un hombre le enseñe a otro hombre y se llame a sí mismo Maestro. Dos Maestros de vida, don Enrique y don Roberto.

Sigo pensando en la burbuja, pienso en las burbujas de jabón, en las que de niño me compraban en Plaza Víquez, en las burbujas que hacía cuando iniciaba a nadar, en las burbujas de Cacique que en algún momento consideré lo apropiado para llevar a cabo una catarsis, en las burbujas de plástico que tanto disfruto al reventar, en las burbujas con las que juegan los niños que conozco y parecen disfrutar, en las burbujas que se tiran al final de un matrimonio, o en la burbuja que hace un artesano de Murano al vidrio soplar. Pienso en las burbujas que chocan en el aire, y efímeramente se unen por una eternidad; pienso en las burbujas que creo y que algunas veces no quiero explotar. Pienso en las burbujas que me rodean, en las burbujas que han sido, y en las burbujas que muy pronto serán.

9 comentarios:

Ale dijo...

Burbujas...Qué cómodas parecen a veces, pero cuánto daño pueden hacer. Como siempre, me encantó

Pri dijo...

Que buenas las historias de don Enrique, que bueno que la gente nos enseñe y mas bueno aún q nos enseñe cosas que nos hagan pensar, cambiar nuestros puntos de vista, que nos hagan crecer.
Hoy quisiera quedarme dentro de la burbuja, no ha pasado nada en particular, simplemente me gustaría flotar por el aire sin que nada me afecte.

Andanhos dijo...

Una vez más me ha encantado leerte. Y me quedé con ganas de conocer a don Enrique...
De hecho, si reventamos una burbuja cuando todavía es pequeñita, el estruendo no suele ser tan fuerte. Pero no siempre es fácil.
¿Qué estudias?
La foto sí es mía. Salvo algunas excepciones, la mayor parte de las imágenes que uso en el blog son fotos mías o sacadas por mí.

Vivi dijo...

Ay yo quiero que los ojos de mi Quijote en muchos años le brillen como a los de Don Enrique!!!! Sorry ando nostálgica!
Hey y qué pasó con Odisea Burbujas? Esa serie podría explicar muchas de mis disfuncionoes actuales como ser humano, ay pero cómo la amaba!!!
Y de canciones sólo recuerdo a Juan Luis Guerra: Quisiera ser un pez para mojar mi nariz en tu pecera y hacer burbujas de amor por donde quieraaaaaaa (8) jeje no se me ocurrió nada más!
Saludos

rusbin dijo...

Ale.
Sip, a veces son muy comodas, pero cuando se revientan, es fatal!

Pri.
A vos lo que te gustaria es estar toda "jabonosa" flotando por ahi. Una burbuja de chocolate!!

Andahnos.
Don Enrique es un detallazo.
Por deformacion academica, abogado (me falta solamente la tesis). Por vocacion frustrada, arquitecto o pintor.

Vivi.
Vieras los ojos de don Enrique! Es una mirada enterecedora.
Que malazo eso de andar nostalgico, aunque a veces es bueno creativamente hablando.
Con Odisea Burbujas, pues sinceramente lo pense, pero no supe donde ponerlas, dichosamente vos ya las pusiste!
Que bueno Juan Luis Guerra!

Beatriz dijo...

A veces los buscadores de Internet llevan a lugares ¡insólitos! Introduje la frase "estallar burbujas" en un intento desesperado de encontrar la manera adecuada de ¡hacerlo!, y me encontré con este texto ¡maravilloso! y el consejo de un hombre sabio. Sonrío...
Un sueño espumoso ama las burbujas, refugio de la fantasía, y necesito despertar y ¡estallarlas!
¡Gracias por el consejo!
Bajaré la cabeza
P.D.Respecto a canciones ¡burbujeantes! hay una de Tricky titulada Bubbles ¡increible! y mi estimado amigo-cantante El hombre burbuja

rusbin dijo...

Hola Beatriz!
Muchas gracias por pasar y dejar tu comentario :o)

Ber dijo...

Gracias, esta noche sus palabras llevaron paz a una pobre alma desahuciada.

rusbin dijo...

Hola Ber...

Gracias por pasar, es bienvenido (a) a hacerlo cuando a bien lo tenga.

Saludos