domingo, 26 de junio de 2011

Un Maestro

En la infancia les temía
Y en la adolescencia les huía
Un trabajo, una muerte, un viaje
Un recuerdo, ganas de de aprendizaje

A su clase llegué sin saber lo que me esperaba
Al igual que todos los que esa noche la colmaban
Un arquitecto, un filólogo, un borracho, un leguleyo
¡Pobre profesor! ¡Por quién lo tomaban!

Una a una de sus clases asistí,
A ninguna de ellas jamás le huí,
Un salto cualitativo, un nautilus, un ágora, un ánfora
Una sentencia: “Me sé aquí y me sé ahora”

¿Es de verdad? Le pregunté
Diay guevón, ¿qué cree usted?
Una sonrisa, un abrazo, un soneto,
No sé que pasa, pero me siento contento

Años ha lo cuento como más que un amigo,
Mi Maestro, mi Padre, mi Primo,
Un paradigma a seguir, un acertijo,
Una bocanada de aire fresco, un labriego sencillo

Educado, viajado, leído e incluso prostituido,
Arquitecto, Profesor, Decano y Rector,
En tantas cosas ha estado inmiscuido,
Maestro de vocación y por convicción un gran lector.

Blasfemo, ordinario, corriente y alcahueta,
Pero no de esos que se imagina el lector,
Nunca le ofrecería a usted una vagina y una teta,
Pero si le hablaría de un Melquíades y de un Nicanor.

Me siento indigno de gozar de su amistad
Sin embargo me siento agradecido
Hubiese incluso dicho “bendecido”
Más no sería más que una bofetada a su bondad

Marca un antes y después
Ya no quiero ser conde ni marqués
En mi lecho de muerte no quiero terminar con una prorrateada
Antes bien, ¡quiero salir con una Villalobada!

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