domingo, 28 de noviembre de 2010

Bitácora No.4 - Barranquilla laboral

Buenas buenas!

Esta semana ha sido un poco movida. Ya me voy acoplando un poco más a esto de pasar el tiempo en Barranquilla. Me encanta esta ciudad. Hay una publicidad que dice "Colombia, el riesgo es que te quieras quedar", pues bien, eso es cierto. Adoro Colombia y me encantaría poder quedarme por estos lares.

Les había contado que me pasé a un “apartotel”. Esta semana fui a hacer compras al supermercado para tener ciertas cosillas de picar, yo soy el más inútil y no cocino ni un huevo duro. Esa es un área de mejora y espero que en algunos días me den ganas de cocinar. Vamos a ver lo que sucede.

En Costa Rica yo tengo carro (pronunciado así, a lo tico, carrrrro). Acá TODOS me molestan por mi sonido de la “erre”. En Barranquilla había estado utilizando solo taxi. Me encantaría manejar acá por que definitivamente me identifico con las animaladas que hacen. El hecho de que yo tenga carro no implica que no utilice el transporte público, de hecho hace un par de años me quedé sin nada (y mi tata me prestaba el coche bomba, un detallazo de carro que yo adoraba) y no me molestaba andar en bus. ¿Por qué traigo esto a colación? Pues porque ayer decidí que iba a utilizar el colectivo. Acá a pesar de que Barranquilla parece estar sumida en un desorden total, es un desorden muy ordenado. Algunos taxis por ejemplo tienen un sistema de localización alimentado por un GPS. Cuando uno se sube al taxi el chofer ingresa la información de que acaba de subir a alguien, al hacer esto, le indica al operador que ya no está disponible y así evita que le pasen llamadas. Así mismo, ingresa el destino final en el mismo aparato, de manera tal que si alguien necesita un servicio por ahí cerca, el operador sabe que esa unidad se encuentra disponible. No todos los taxis lo tienen, pero si algunos, así se economizan combustible para andar dando vueltas de un lado a otro y además tienen una mayor utilización y una mayor productividad.

Con el colectivo la historia es un poco diferente. El colectivo es una buseta pequeñita, horrorosa, pero literalmente espantosa. Es como si todas las flotillas estuvieran decoradas por un seguidor fundamentalista del kitsch. Les ponen cortinas (si, pedazos de tela), les polarizan el parabrisas delantero parcialmente y le forman ojos a los buses, andan peluches sucios (como juntados de un arroyo) guindando, abanicos sucios y escandalosos e inclusivo algunos aun usan los trompos para regular el ingreso (yo recuerdo de niño cuando andaba en bus con mi mamá y mi hermana mayor, habían buses de Sabana Cementerio que tenían los asientos de madera, tenían trompo y se permitía fumar en el bus). A los colectivos les suena todo, pero es como andar con una cimarrona. Tienen rutas establecidas, pero se detienen a donde sea a bajar o a subir gente. La gran mayoría de los que he visto son pequeños, no caben más de 20 personas sentadas. ¿Cuál es el detallazo? Pues que como son pequeñas, se desplazan muy rápido. Puede que duren lo mismo que un taxi pero con la incomodidad del calor, los peluches y demás cosas que puedan pasar en un bus. Tienen tarifas para días regulares y para domingos y festivos cobran un poquitico más.

Ayer tomé el colectivo para ir al mercado. Varias personas en el trabajo me dijeron que no fuera, que es un lugar peligroso, que era sucio, etc. ¿Pero no es eso acaso lo mismo que dicen en San José de nuestro Mercado Central? Quería ver cómo me iba y en realidad fue una sorpresa placentera. Mientras iba subido en el pintoresco medio de transporte vi en una esquina una venta de libros de segunda, le pedí al chofer que se detuviera y evidentemente se detuvo en media calle y me dejo salir. Ahí fue cuando empezó la aventura del mercado. Estaba a unas 4 cuadras del “corazón” del mercado, pero desde antes la gente tiene puestitos a donde venden de TODO. Los siguientes párrafos van a ser tan desordenados como desordenados son mis recuerdos y como desordenado es el lugar. Lo siento.

Inicio con las ventas de libros de segunda. Cuando digo que la primera venta que vi estaba en la esquina, literalmente me refiero a que se encontraba en la esquina. No era un local en un edificio, era un chinamo en la esquina. Libros de todo tipo. Lastimosamente al estar en una esquina y no contar con anaqueles es imposible ver todos los libros. Los tienen en torres uno sobre otro. Algunos están sucios, otros doblados, otros han perdido color por el sol, los hay grandes, pequeños, nuevos, viejos, caros y baratos, etc. En eso invertí la mayor parte del tiempo en el mercado, en explorar ventas de libros. También invertí gran parte de mi día discutiendo con viejos majaderos que no entendían que yo quería una primera edición de El Aleph de mi amado Jorge Luis Borges… Llévese ésta edición, es la misma, el contenido no ha cambiado… Sí, yo sé que el contenido no ha cambiado, pero quiero otra edición, no esa que usted tiene… Pero es que usted no entiende, la edición es la misma, lo que cambia es el papel… En fin, no encontré mi primera edición y me cansé de tratar de explicarles a ellos lo que quería.

Luego encontré una venta de libros que sí era un local. Un localito viejo, atendido por una señora y quien asumo podía ser su nieto. Ahí me sentí como en “La sombra del viento”. Acá les dejo una pequeña parte:

(…)

—Buenos días, Isaac. Este es mi hijo Daniel —anunció mi padre—.

Pronto cumplirá once años, y algún día él se hará cargo de la tienda. Ya tiene edad de conocer este lugar. El tal Isaac nos invitó a pasar con un leve asentimiento. Una penumbra azulada lo cubría todo, insinuando apenas trazos de una escalinata de mármol y una galería de frescos poblados con figuras de ángeles y criaturas fabulosas. Seguimos al guardián a través de aquel corredor palaciego y llegamos a una gran sala circular donde una auténtica basílica de tinieblas yacía bajo una cúpula acuchillada por haces de luz que pendían desde lo alto. Un laberinto de corredores y estanterías repletas de libros ascendía desde la base hasta la cúspide, dibujando una colmena tramada de túneles, escalinatas, plataformas y puentes que dejaban adivinar una gigantesca biblioteca de geometría imposible. Miré a mi padre, boquiabierto. El me sonrió, guiñándome el ojo.

—Daniel, bienvenido al Cementerio de los Libros Olvidados.

(...)

—Este lugar es un misterio, Daniel, un santuario. Cada libro, cada tomo que ves, tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él. Cada vez que un libro cambia de manos, cada vez que alguien desliza la mirada por sus páginas, su espíritu crece y se hace fuerte. Hace ya muchos años, cuando mi padre me trajo por primera vez aquí, este lugar ya era viejo. Quizá tan viejo como la misma ciudad. Nadie sabe a ciencia cierta desde cuándo existe, o quiénes lo crearon. Te diré lo que mi padre me dijo a mí. Cuando una biblioteca desaparece, cuando una librería cierra sus puertas, cuando un libro se pierde en el olvido, los que conocemos este lugar, los guardianes, nos aseguramos de que llegue aquí. En este lugar, los libros que ya nadie recuerda, los libros que se han perdido en el tiempo, viven para siempre, esperando llegar algún día a las manos de un nuevo lector, de un nuevo espíritu. En la tienda nosotros los vendemos y los compramos, pero en realidad los libros no tienen dueño. Cada libro que ves aquí ha sido el mejor amigo de alguien. Ahora sólo nos tienen a nosotros, Daniel. ¿Crees que vas a poder guardar este secreto?

(…)

Guardando TODAS las distancias del caso, porque este lugar era pequeñito, viejo, oscuro, tenía unas graditas de madera muy viejas y un segundo piso oscuro, húmedo, con un techo no muy alto, me sentí como el libro citado arriba. Simplemente me encantó.

Yo no sé que viene primero, si mi imaginación, mis recuerdos o que, o si es porque leído un libro o dos, pero a veces literalmente me siento como en el mundo de Bobby (para los que me leen y no me conocen soy bastante jupón y tengo los pies también grandes, por lo que antes me decían Bobby también), yo sé que estoy en un lugar, pero inmediatamente me siento como si estuviera en otro en muchas ocasiones. Mi mente es el resultado de un desordenado proceso (o bien, falta de proceso) en el cual recuerdos, sueños, anécdotas etc. se mezclan entre sí y a veces es un poco difícil decir que es que. Es por eso que escribo estas cosas, para recordar.

Bueno, sigo con el mercado. Hay un libro que leí hace años y que me encantó el inicio, pero que odié su final. No lo soporto. Bueno, ayer me sentí en una parte del mercado como en lo que muy atinadamente describe Suskind en El Perfume…

“En la época que nos ocupa reinaba en las ciudades un hedor apenas concebible para el hombre moderno. Las calles apestaban a estiércol, los patios interiores apestaban a orina, los huecos de las escaleras apestaban a madera podrida y excrementos de rata; las cocinas, a col podrida y grasa de carnero; los aposentos sin ventilación apestaban a polvo enmohecido; los dormitorios, a sábanas grasientas, a edredones húmedos y al penetrante olor dulzón de los orinales. Las chimeneas apestaban a azufre; las curtidurías, a lejías cáusticas; los mataderos, a sangre coagulada. Hombres y mujeres apestaban a sudor y a ropa sucia; en sus bocas apestaban los dientes infectados, los alientos olían a cebolla y los cuerpos, cuando ya no eran jóvenes, a queso rancio, a leche agria y a tumores malignos. Apestaban los ríos, apestaban las plazas, apestaban las iglesias y el hedor se respiraba por igual bajo los puentes y en los palacios. El campesino apestaba como el clérigo; el oficial de artesano, como la esposa del maestro; apestaba la nobleza entera y, sí, incluso el rey apestaba como un animal carnicero y la reina como una cabra vieja, tanto en verano como en invierno, porque en el siglo XVIII aún no se había atajado la actividad corrosiva de las bacterias y por consiguiente no había ninguna acción humana, ni creadora ni destructora, ninguna manifestación de la vida incipiente o en decadencia que no fuera acompañada de algún hedor.”

Los olores iban del más delicioso romero al hedor que describe Suskind. El mercado de Barranquilla no es como el de San José, que tiene como una especie de edificio principal y alrededor de él se han desarrollado comercios. No. El mercado consiste en un sector de unas 8 cuadras por 8 cuadras más o menos. Unas partes más aseadas que otras, pero las menos aseadas eran por mucho, el desaseo más grande que haya visto.

Con esto de los arroyos, (yo sigo con los arroyos) las aguas llovidas van a terminar a las cercanías del mercado, por lo que hay una pozas gigantes llenas de basura y de desechos que el arroyo arrastra a su paso. Yo iba orondo caminando por una parte que era bastante fea. Pero cuando digo fea me refiero a que era realmente fea. Como sacada de una película de bajo presupuesto tipo Robert Rodríguez. Un señor muy decente se me acercó y me dijo: Oiga, ¿usted no es de acá verdad? No señor, soy del interior… Bueno, váyase, porque usted acá es como carnita fresca… Volví a ver y en efecto, un montón de amigos de lo ajeno (que no era necesariamente ajeno para mí, antes bien, eran mis posesiones, AJENAS a ellos) me tenían el ojo puesto. Le agradecí al señor, di media vuelta y me dirigí a otras partes del mercado. Me salpicaron de barro, de sangre (cuando estaban descuartizando algún bicharraco), me cayeron escamas de pescado, etc. Era el sueño de cualquier titi. Después de unas tres horas de caminar y caminar y caminar, decidí que era hora de devolverme.

Comencé a buscar algún punto de referencia y vi un rótulo que decía Museo. Lo seguí y así fue como llegué al Museo del Caribe (http://www.culturacaribe.org/Parque_Cultural_del_Caribe). No voy a elaborar mucho al respecto, pero no me encantó. En fin, lo recorrí muy rápido y lo disfruté muy poco. A mí me encanta ver “chunches”… acá no tenían chunches, era más que todo fotos (pocas), videos, etc. No me arrepiento de haber ido, más no creo que vuelva nunca más. Lo que sí tenía muy interesante era un libro sobre la historia del Caribe Colombiano, digamos que eso es lo que le salvó la tanda.

De regreso volví a tomar el colectivo y de nuevo fue muy particular.

En la tarde cuando me sentí con un poco de hambre, decidí ir a explorar un poco y celebrar. La vida es buena, estoy estrenando trabajo, tengo salud y ahorita cumplo años, por lo que decidí ir a celebrar. No tenía ganas de ir a un bar, pero sí tenía muchas ganas de comer bien.

Caminando y caminando fue como fui a dar a Bliss. Ese es EL restaurante. No se imaginan lo rico que se come, lo bonito que es el lugar. La música insuperable, pero lo mejor de lo mejor fue el servicio. Llegué y le pregunté al chito de la entrada que tipo de comida servían, me dijo que internacional y me aventuré. Pedí la carta de vinos y le pedí una sugerencia de uno blanco que fuera bien seco. Me llamaron al sommelier y me recomendó un Fabre Montmayou , Chardonnay, de Mendoza, Argentina. Buenísimo. Me trajeron el pancito hecho de la casa con aceite de oliva con balsámico, un poco de pimienta y un poco de sal. Genial. De plato fuerte ordené una “Chuletona a la fiorentina” cocida en hierbas, con puré de papa y mezcla de hongos, estaba fenomenal. La ensaladita que la acompañaba, buenísima. El chef llegó y hablamos un rato. Un carajillo muy joven (http://www.elheraldo.com.co/ELHERALDO/BancoConocimiento/R/rgbliss/rgbliss.asp) y muy buena gente. Ya le habían dicho que yo era de Costa Rica y me llegó a preguntar si conocía a una fulana de tal… jajajajaja me dijo que él sabía que CR era como una finca y que por eso me preguntaba. Pero no, no la conocía. Luego el sommelier se me acercó para ver que tal estaba la recomendación y comenzamos a hablar paja, mucha. Estaba a punto de ordenar el postre y le dije simuláramos que estábamos haciendo un maridaje, entonces que necesitaba ver cuál de los postres de la carta era el que peleaba menos con el vino y más bien lo complementaba. ¿La recomendación? Dúo de crème brûlée (un platito pequeño de chocolate con hierba buena y otro de naranja con ron). Excelente.

Como era de esperar, hablamos de whisky. Gracias a mi querido Gabo, le di cátedra sobre el tema y sugerencias para el menú (lo sé, muy igualado, pero en fin, ¿cuándo se ha dicho algo diferente de un servidor?). Luego pasamos al ron, al vodka y demás. Para cerrar un digestivo cortesía de la casa, un Grand Marnier (De Wikipedia: El Grand Marnier es un licor creado en 1880 por Alexandre Marnier-Lapostolle. Se hace a partir de una mezcla de coñacs y esencia destilada de naranja amarga. Tiene un 40% de alcohol (80°) y se fabrican diversas variedades, la mayoría de las cuales se toman como digestivo y pueden usarse en cócteles y postres.) Un detallazo. ¿Por qué me extiendo sobre la cena de anoche? Simplemente estuvo espectacular. Por eso.

Un detalle no tan espectacular que no les había contado del apartamento en donde estaba (nótese el pasado), es que se encontraba en la pura esquina. Por un lado me llegaba el ruido de la calle y por el otro el de la carrera (la avenida). Además de eso, unos infelices de un bar cercano desde el jueves arman la fiesta (acá le llaman juernes… desde el jueves es fin de semana) y hacían un ruido infernal hasta las 3am. El jueves amanecer viernes hasta las 3am. El viernes amanecer sábado hasta las 4am. Sábado amanecer domingo hasta las 5am… Es increíble la bulla. Insoportable. Pues bien, hable con Jaime, el administrador, y por dicha me pudo pasar al fondo del edificio. Me pasé hoy en la tarde. Me gusta más la distribución interna del lugar y desde ahora se siente la diferencia de la bulla. Eso es bueno.

Yo creo que de momento eso es todo. Esta semana subo a Costa Rica. Me quedo del 03 al 07. Luego regreso de nuevo a la bella Barranquilla.

Espero que todos estén en toas. Les envío un abrazote.



--
Rubén Vargas A.
"Cogito ergo sum" - Descartes


Nota:
Escrito durante un viaje a Barranquilla, Colombia del 14 de noviembre al 03 de diciembre del 2010.

1 comentario:

Anónimo dijo...

The window will bring up all the registry entries, you need not even revisit
the computer in question as the keylogger program.
Maybe your husband or wife is cheating on you, well, this is done through an email or website that allows the program to your Mac to monitor the very internet sites the
kids visit. The best invisible keylogger tools for utilizing in monitoring computer activity, the thing that's needed most for confrontations is the solid proof of misdeeds.

Here is my weblog free keylogger